La quema de libros.
En
estos días lleno de tristeza y nostalgia, por el fallecimiento de la última miembro
de la saga de los Guerra Cosío, Doña Lola, pues eso me viene al recuerdo
algunas escenas de la niñez, eso sí, un tanto inconexos, de esos que quedan tal
en lo más profundo de nuestra mente, y que sin saber por qué un di nos asalta
como despertándonos de sueño
Y
eso fue lo que sucedió una de estas noches enfebrecidas por el catarro, me
viene el recuerdo de verme un atardecer, casi ya oscureciendo, en cuyo momento
calculo que podría tener entre 5 años, vi como mi padre Jesús El Moli amontonaba en el patio de casa
un buen montón de libros para la quema, pero un buen montón.
Nunca
supe de donde procedían tales publicaciones, pues no tengo el recuerdo de ver
libros por la casa, aunque en esas tempranas épocas uno no tiene tipografiadas
partes de su vida, de lo cual me han quedado escasos recuerdos de lo interno de
la casa, las sillas bajeras de mimbre, una habitación cuyo suelo aún no tenía terrazo,
y que más tarde aún sirvió tanto de trastero y tambien de cuarto de los ratones
al cual fuimos a para alguna vez mi hermanos y yo.
En
esa tarde noche del recuerdo se amontonó una buen pila de libros, para mi era
toda una fiesta, tener una foguera en casa, aunque años más tarde comprobé el presagiado
desastre que eso trajo consigo.
Lo
cierto, es que nunca pregunté a mi mayores sobre tal asunto, sobre el motivo
que había llevado a mi progenitor Jesús Garcia, El Moli, o El Chan,
para proceder de aquella manera, pues como digo los libros no eran pocos, y
estamos hablando de los años 60. No creo que fueran libros de rojos, o
prohibidos, pues no creo que mi progenitor estuviera ni de cerca próximo a
las ideas progresistas y menos en aquellos momentos, y aún menos después.
Tal
vez pudieran haber sido libros de Isidro Sánchez, un ferroviario leonés, y
resulte que él los hubiera tenido
guardados, ya que con Isidro Sánchez Vieira y su mujer Isabel Rodríguez
convivió Jesús sus buenos años.
El
citado Isidro e Isabel fueron mis padrinos de bautizo, alguna vez que iba por
su casa siempre me gustaba quedarme en aquella modesta casina situada en el
primer piso de las Casas del Estanco, propiedad de los Álvarez Medio;
cuyo cabeza de familia era Jesús el de Pedrón, esta casa de Isidro era
la penúltima, antes estaba la casa de un
amigo Calucho y a continuación el casucho que durante años ocupó la
barbería de la parroquia, que era lindante con el gran prado de Pedrón que
llegaba hasta el límite con la farmacia, la cual antes tenía otra forma y
disposición, de hecho camino del establecimiento, siempre me llamó la atención
una vieja piedrona (hito kilométrico ) que indicaban los kilómetros a Sahagún de
Campos, o sea el Camino de Castilla.
En
aquella casa de Isidro, alguna vez este me enseñó algún libro rescatado,
recuerdo uno de cuando El Moli, estudió delineación, algo que luego le
debió servir para el ejercicio de la profesión como Maestro de Obras, en lo que
resultó buen profesional, tal y como dejó patente en las obras del Hotel Miami,
o en las Casas de la Junta del Puerto en El Musel.
Por
eso recordado, tal vez fueran libros del padrino pudiera ser, pues ya se sabe
que entre los ferroviarios siempre hubo bastante librepensador, en todo caso la
quema de libros aquella tarde-noche fue una fiesta que me quedó grabada, allí
de pie con la prima del abuelo paterno: Doña Rosario Felipa, la cual, junto con
Isidro, facilitaron la comprar a su protegido Jesús El Moli, del solar
de la calle los Pinos 13, donde la familia Garcia González y Guerra Cosío han
vivido toda la vida.
Lo
cierto que asistí cogido de la mano dela tía Rosario Felipa, a la
foguera de los libros …, lo cual quedó en el subconsciente de todos, en el mío
por el aprecio que luego desarrollé a los libros, incluso llegando a
escribirlos, y el cerebro de mi padre no sé ni las razones de aquel acto, y de
donde le vino el odio a los libros, pues cuando volví a casa años después, los
libros no pudieron entrar en casa, se quedaron en la cuadra en cajas
durante meses corroídos por la humedad.
Nunca
pude tener un estantería con libros en la habitación, hoy en cambio tengo casi
que cinco mil en mi propia casa, tal vez como un acto de venganza vicaria.
Sin
llegar a dia de hoy a entender las extrañas razones para que los libros
quedaran fuera de la vida normal de las personas, mediante el fuego o el
exilio, tal vez todo ello obedezca a los tiempos que se vivieron, a los años en
la legión de D. Jesús El Chan, pues ya se sabe que su fundador el
general Millán Astray, era el que inculcaba eso “Muera la inteligencia”.
…. Quien sabe, y a nadie hoy podremos preguntar.
Así
era la vida en aquellos tiempos…
Victor
Guerra.
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