jueves, 26 de junio de 2025

La quema de libros.

 


La quema de libros.

En estos días lleno de tristeza y nostalgia, por el fallecimiento de la última miembro de la saga de los Guerra Cosío, Doña Lola, pues eso me viene al recuerdo algunas escenas de la niñez, eso sí, un tanto inconexos, de esos que quedan tal en lo más profundo de nuestra mente, y que sin saber por qué un di nos asalta como despertándonos de sueño

Y eso fue lo que sucedió una de estas noches enfebrecidas por el catarro, me viene el recuerdo de verme un atardecer, casi ya oscureciendo, en cuyo momento calculo que podría tener entre 5 años, vi como mi padre Jesús  El Moli amontonaba en el patio de casa un buen montón de libros para la quema, pero un buen montón.

Nunca supe de donde procedían tales publicaciones, pues no tengo el recuerdo de ver libros por la casa, aunque en esas tempranas épocas uno no tiene tipografiadas partes de su vida, de lo cual me han quedado escasos recuerdos de lo interno de la casa, las sillas bajeras de mimbre, una habitación cuyo suelo aún no tenía terrazo, y que más tarde aún sirvió tanto de trastero y tambien de cuarto de los ratones al cual fuimos a para alguna vez mi hermanos y yo.

En esa tarde noche del recuerdo se amontonó una buen pila de libros, para mi era toda una fiesta, tener una foguera en casa, aunque años más tarde comprobé el presagiado desastre que eso trajo consigo.

Lo cierto, es que nunca pregunté a mi mayores sobre tal asunto, sobre el motivo que había llevado a mi progenitor Jesús Garcia, El Moli, o El Chan, para proceder de aquella manera, pues como digo los libros no eran pocos, y estamos hablando de los años 60. No creo que fueran libros de rojos, o prohibidos, pues no creo que mi progenitor estuviera ni de cerca próximo a las ideas progresistas y menos en aquellos momentos, y aún menos después.

Tal vez pudieran haber sido libros de Isidro Sánchez, un ferroviario leonés, y resulte que él  los hubiera tenido guardados, ya que con Isidro Sánchez Vieira y su mujer Isabel Rodríguez convivió Jesús sus buenos años.

El citado Isidro e Isabel fueron mis padrinos de bautizo, alguna vez que iba por su casa siempre me gustaba quedarme en aquella modesta casina situada en el primer piso de las Casas del Estanco, propiedad de los Álvarez Medio; cuyo cabeza de familia era Jesús el de Pedrón, esta casa de Isidro era la penúltima, antes  estaba la casa de un amigo Calucho y a continuación el casucho que durante años ocupó la barbería de la parroquia, que era lindante con el gran prado de Pedrón que llegaba hasta el límite con la farmacia, la cual antes tenía otra forma y disposición, de hecho camino del establecimiento, siempre me llamó la atención una vieja piedrona (hito kilométrico ) que indicaban los kilómetros a Sahagún de Campos, o sea el Camino de Castilla.

En aquella casa de Isidro, alguna vez este me enseñó algún libro rescatado, recuerdo uno de cuando El Moli, estudió delineación, algo que luego le debió servir para el ejercicio de la profesión como Maestro de Obras, en lo que resultó buen profesional, tal y como dejó patente en las obras del Hotel Miami, o en las Casas de la Junta del Puerto en El Musel.

Por eso recordado, tal vez fueran libros del padrino pudiera ser, pues ya se sabe que entre los ferroviarios siempre hubo bastante librepensador, en todo caso la quema de libros aquella tarde-noche fue una fiesta que me quedó grabada, allí de pie con la prima del abuelo paterno: Doña Rosario Felipa, la cual, junto con Isidro, facilitaron la comprar a su protegido Jesús El Moli, del solar de la calle los Pinos 13, donde la familia Garcia González y Guerra Cosío han vivido toda la vida.

Lo cierto que asistí cogido de la mano dela tía Rosario Felipa, a la foguera de los libros …, lo cual quedó en el subconsciente de todos, en el mío por el aprecio que luego desarrollé a los libros, incluso llegando a escribirlos, y el cerebro de mi padre no sé ni las razones de aquel acto, y de donde le vino el odio a los libros, pues cuando volví a casa años después, los libros no pudieron entrar en casa, se quedaron en la cuadra en cajas durante meses corroídos por la humedad.

Nunca pude tener un estantería con libros en la habitación, hoy en cambio tengo casi que cinco mil en mi propia casa, tal vez como un acto de venganza vicaria.

Sin llegar a dia de hoy a entender las extrañas razones para que los libros quedaran fuera de la vida normal de las personas, mediante el fuego o el exilio, tal vez todo ello obedezca a los tiempos que se vivieron, a los años en la legión de D. Jesús El Chan, pues ya se sabe que su fundador el general Millán Astray, era el que inculcaba eso “Muera la inteligencia”. …. Quien sabe, y a nadie hoy podremos preguntar.

Así era la vida en aquellos tiempos…

Victor Guerra.

domingo, 13 de abril de 2025

Se fue Lola Guerra, la última de una saga en Tremañes

Lola Guerra Cosío

El 5  de abril de 2025, los deudos cumpliendo el adagio de "polvo eres y en polvo te convertirás",  recogimos las cenizas tras la incineración de nuestra progenitora: Doña Lola Guerra Cosío, vecina desde su nacimiento  allá en 1929 en  los predios parroquiales de Tremañes (Gijón)

Viuda de un miembro de una destacada saga tremañense, los Moliñeros" fruto de  las sagas familiares de los Entrialgo y los García, entre cuyos integrantes destacó, parece ser mi bisabuela Doña Adela Álvarez Entrialgo, La Moliñera, además de tabaquera, buena soprano, que dicen algunas lenguas que cantó con  Miguel Fleta en su estancia en Gijón en agosto de 1925. De por medio otro famoso García:  Chelu

La saga de los García registran presencia por entre las parroquias gijonesas de Guimarán, Logrezana, Llantones, y Tremañes.

Parte de saga de los García
 
Del óbito de Lola Guerra  debió de enterarse medio mundo, circunscrito a Tremañes, pero quien tal vez solo lo haya presentido son la mozalbeta  tortuga Testudo que anda por la finca arrastrando sus 16 kg, o sea La Juana, que empezaba a sociabilizar al mezclarse en nuestras estancias por entre pies, sillas y tumbonas, y seguía a Doña Lola como perro faldero para enfado de la otra mascota de la familia Kira, que tiene tambien dieta duplice la de ella y la que hace la tortuga Juana, por cierto que está en 16 kg.

Aquí podría quedar la clásica crónica necrológica, si no fuera porque Doña Lola fue la progenitora que me trajo al mundo, y la que me llevaba en la década de los 50-60 a los arenales marinos de  preferencia era Monte Coroña (Natahoyo) o a San Lorenzo, y mientras bajaba mi padre D. Jesús García (El Moliñeru)  a comer con nosotros dejando el trabajo de encargado de obras en la construcción del viejo Hotel Miami (hoy Príncipe de Asturias) mientras yo  jugaba con la pala de madera, sobre todo en el arenal de San Lorenzo.

Doña Lola GUERRA COSÍO, nació en los predios parroquiales de Tremañes, creo que en la zona del Natahoyo, en aquella época territorio perteneciente a la parroquia citada, demarcación no tan menguada como ahora, y lindante con los parroquiales de San José (Gijón). Nacida  el 5 de marzo de 1929, y bautizada en la iglesia de San José, el 2 de abril de ese mismo año. 


Lola, era hija de un jerezano de buen porte: D. José Guerra Atalaya, que  apareció por estas latitudes astures a resultas del movimiento de tropas de soldados, y aquí se quedó  como chófer de la fábrica Moreda, contrayendo nupcias, no se sabe muy bien cómo con  Doña Carmen Cosío Menéndez, radicada en Gijón, su padre Feliciano  Cosío estaba casado con Josefa Menéndez Pérez, proveniente de Libardón (Colunga).

Reconstruir la vida de la saga Guerra Cosío, puedo decir que hubo algún intento aunque con dificultosos resultados, pues la memoria de la guerra y la postguerra no siempre es nítida, y, por tanto, recobrar esas vivencias tan importantes para la construcción de la memoria social, fueron momentos dolorosos, llenos de mucha pena y desazón, pues la vida da muchas vueltas y sinsabores, pues los hijos de la saga: Pepe Luis, Lola y Agustín Guerra Cosío, pronto quedarían huérfanos de padre y madre en plena Guerra Civil, en el caso de Lola con apenas 7 años, situaciones trágicas que conllevó la desmembración familiar.

Una tía, Rosario Cosío Menéndez, trabajadora de metalográficas Moré, la cual vivía en las Casas del Prado, (La Calzada), recogió a alguno de los cuatro hermanos: Pepe Luis, a la sazón abuelo del escritor y director de cine Xose Lluis Bande, luego sabemos que el otro hermano Agustín fue recogido  por la familia de Valentín Peláez Vázquez, a la sazón Guardia de Asalto y vecino de las Casas del Prado, aún recuerdo aquel hombretón vistiendo su imponente uniforme de color gris, y el último hermano Claudio Avelino Guerra Cosío, obrero de la Fábrica de Moreda, pero al pequeño núcleo de hermanos Guerra Cosío, se les pegó a los talones la descomposición de los lazos  familiares,fue inevitable en unos tiempos duros y convulsos.

Fue una vida dura, por eso para Lola relatarla era hurgar en la herida más honda la separación de los hermanos, de hecho a pesar de vivir no muy lejos unos de otros, nunca supimos cuando honda fue esa separación, hasta que en los últimos años de la vida de Lola empezó aflorar el sentimiento de añoranza por sus hermanos, separados o semi perdidos cada uno en sus propias vivencias y núcleos familiares, dice el refrán que el "Roce hace el Cariño", y así es... ya en la ensoñación  de los últimos años sufría por esa  dispersión, el olvido y el desapego.

Pues cada uno se buscó las habichuelas como pudo por las granjas y como no, sirviendo y fregoteando aquí y allá, tal vez Agustín el que mejor resultó confortado en la nueva familia, pero con el desafuero de la pérdida, y así fueron pasando años, en el caso de Lola, unos 96 años, dejando en el Oriente Eterno a sus hermanos.

De una primera estancia en El Parrochu (La Vizcaína), en unos meses, pronto el solar que Rosario Felipa (R. Piñera) e Isidro Sánchez Vieira, natural de Villadangos (León) y mi padrino a la sazón ferroviario, le cedieron a buen precio a Jesús García el Moli, o el Chan, se empezó a construir una casa, lo cual no era poco, pero la huella  de la pena, pesó en los ánimos de cada uno, y de esa casa Doña Lola, hizo por gusto  fuerza su búnquer, pues su aspiración siempre fue irse a vivir a La Calzada, pero no fue así y su presencia y su casa ha sido un buque insignia en Tremañes.  SIT TIBI TERRA LEVIS.

Víctor Guerra.