De este paisano libertario, natural de Tremañes , ya he hablado alguna vez, hace 10 años, Hoy la Revista ATLANTICA XXI , nos ofrece un testimonio más completo
Sergio Montero Fernández / Autor del documental sobre la Revolución del 34 “Los labios apretados”.
Si se pudiera elegir un personaje histórico para que relatase la historia de la luchas sociales en Gijón y en Asturias, habría que pensar en Avelino González Entrialgo, porque cuando se analiza la historia social y las luchas obreras en Gijón, desde comienzos del siglo XX hasta 1937, resulta imposible no encontrarse con él. Es una figura fundamental que siempre está presente. Participa en la huelga revolucionaria de 1917, la campaña contra la pena de muerte, la huelga de brazos caídos de 1931, la Revolución del 34 y la Guerra Civil española.
En cierta ocasión la revista venezolana Ruta le solicitó unas notas biográficas para publicar una semblanza suya. Su respuesta textual fue:“Militante libertario desde 1914 en Asturias. Poco conocido pues su actividad fue solo en su Sindicato Metalúrgico de Gijón. Escribió solo algunos artículos y nunca fue hombre de tribuna. Representó a su regional en el Comité Regional durante la guerra”. Con esta escueta respuesta solventaba Entrialgo toda una vida dedicada al movimiento obrero y a su organización sindical, la CNT. Su modestia en la contestación deja traslucir parte de su personalidad y refleja la vieja idea de los libertarios contraria a generar mitos y héroes.
Entrialgo nació en 1898 en el seno de una familia obrera gijonesa. Sus primeras letras las aprendió en la Escuela Neutra de Gijón, entidad laica dirigida por Eleuterio Quintanilla, que seguía la doctrina educativa de la Escuela Moderna de Francisco Ferrer i Guardia. A los trece años ya le tocó arrimar el hombro en casa y ponerse a trabajar en la Fábrica La Industria, dedicada a la producción de vidrio. Allí comienza su andadura sindical y política de la mano de sus compañeros.
Allá, por el verano de 1913, le tocó participar de aquellas controversias improvisadas que en las barriadas gijonesas se producían casi a diario y aun más animadas los domingos en el Centro Obrero de la calle Cabrales. Los trabajadores anarquistas y socialistas discutían esgrimiendo argumentos de una y otra tendencia que la prensa obrera semanal exhibía. Sin embargo, aquellas discusiones que estimulaban al estudio, a la superación, adquirían a veces cierta acritud; pero el acaloramiento se disipaba como pompas de jabón cuando se hacía necesario apretar filas porque a las Sociedades de Moldeadores, de Albañiles, de Metalúrgicos o de Carpinteros -“El Modelo”, “El Progreso”, “La Constructiva”, “La Cosmopolita”- les llegaba el instante de plantar cara al enemigo común, la patronal de Gijón. Los chavales presenciaban aquellos torneos dialécticos pero su complemento ideal era la práctica en la lucha, la huelga que a todos curtía por igual.
De aquel contraste de opiniones, de aquel diario batallar por la consecución de mejoras de toda índole, en el taller, en la obra, en la higiene de los barrios, iban surgiendo nuevos sindicalistas que inyectaban pujanza al movimiento sindical de Gijón. Ese fue el camino de Avelino. Aquella juventud fue transformándose en una madurez de luchadores constantes y tenaces que vino a confirmarse poco después, en agosto de 1917, fundiéndose en un haz revolucionario todos los trabajadores y celebrando multitudinarias asambleas en las praderas cercanas a Gijón, en las que se escuchaban informes y se fijaba el rumbo a seguir. Había un constante trajinar de los jóvenes por el barrio de Tremañes en busca de refugio nocturno para los compañeros que ostentaban cargos y, perseguidos por la policía, precisaban cambio diario de “pensión”.
La huelga revolucionaria de 1917 supuso un aprendizaje a marchas forzadas y un anticipo de lo que vendría 17 años después.
La dictadura con rey establecida por el general Primo de Rivera declara la guerra a la CNT, ilegalizándola y cerrando sus locales y periódicos, convirtiéndola en un núcleo pequeño y clandestino, pero vigoroso. A pesar de ello Entrialgo se convirtió en uno de los grandes activos del movimiento obrero gijonés, participando regularmente en mítines en las casas del pueblo, en ateneos, en sociedades de oficio. Ya se perfilaba como uno de los activistas más visibles para la organización gijonesa, junto con su inseparable José María Martínez.
Un año de gran agitación en los medios obreros internacionales por la campaña contra la pena de muerte de Saco y Vanzetti fue 1927. La impresionante campaña de solidaridad internacional, con la flor y nata de la intelectualidad europea, también llegó a Asturias, donde Entrialgo se convirtió en uno de los principales agitadores contra la pena capital, participando en todos los mítines celebrados, Turón, Sama, Mieres… A finales de abril el periódico El Noroeste de Gijón abre portada con “La tragedia de Massachussets: Nicolás Saco y Bartolomé Vanzetti a la silla eléctrica”. A renglón seguido: “Debe pedirse el indulto el 1 de Mayo”.
Desde La Asamblea de la Construcción de Gijón y el Comité del SUM (Sindicato Único de Mineros de Asturias) salen telegramas dirigidos a la embajada norteamericana pidiendo el indulto para los italianos condenados. “Embajador de Estados Unidos, Madrid. Rogamos haga llegar presidente Coolidge anhelos infinidad de trabajadores pro-indulto Saco y Vanzetti”.
La Alianza Obrera Revolucionaria
Los primeros pasos para la formación de la Alianza Obrera en Asturias partieron de los cenetistas presos en la cárcel de El Coto de Gijón a raíz del movimiento revolucionario que la CNT impulsó en España en diciembre de 1933. El 28 de enero de 1934 los presos envían una carta al Comité Regional de CNT, instándole a tratar de buscar un acuerdo con la UGT.
La CNT encargó a una comisión formada por José María Martínez, Segundo Blanco y Avelino González Entrialgo la tarea de iniciar los contactos con la UGT para proponer la formación de la Alianza Obrera en Asturias, el 9 de marzo de 1934. Finalmente Segundo Blanco sería reemplazado por Horacio Argüelles:
“El día 31 (de marzo), sábado, a las siete de la tarde quedábamos reunidos, en una habitación de casa Manfredo, Bonifacio Martín, Graciano Antuña, José Mª Martínez, Horacio Argüelles y Avelino G. Entrialgo.
Firmó por la UGT Bonifacio Martín, por la CNT nosotros tres y por la Federación Socialista Asturiana Graciano Antuña. Cada representación estampó su respectivo sello al pie de la firma y el Pacto se firmó por duplicado llevando un original Bonifacio Martín y Graciano Antuña y el otro nosotros”.
Entrialgo, venciendo las reticencias mutuas existentes en ambas centrales sindicales por años de enfrentamientos, fue sin duda alguna, junto con Antuña y J. Mª. Martínez, uno de los grandes valedores de esta alianza obrera revolucionaria, cuyo primer objetivo decía: “Las organizaciones firmantes de este pacto trabajarán de común acuerdo hasta conseguir el triunfo de la revolución social en España, estableciendo un régimen de igualdad económica, política y social fundado sobre principios socialistas-federalistas”.
Este pacto firmado en Gijón buscando la unidad obrera marcaría un hito en la historia de las luchas sociales en España. Por primera vez los trabajadores marchaban unidos hacia un objetivo común, la revolución social. Esta alianza, que quedó inmortalizada con el grito UHP (Uníos Hermanos Proletarios), llevaría todo el peso de preparación y dirección del movimiento revolucionario que finalmente tuvo lugar en octubre de 1934. También serviría de faro a la postura que tomaron los trabajadores y centrales sindicales en España ante la tesitura del golpe de Estado que desencadenó el general Franco en julio de 1936. Las tres letras UHP volvieron a agitar las ansias revolucionarias en España.
Avelino se revela como el mediador sensato, con visión de futuro, que estima superable lo que divide a las fuerzas obreras en favor de la unidad. Una de sus principales características fue su gran capacidad organizativa y su resuelta idea de unificar a las fuerzas obreras para luchar de manera conjunta, dentro y fuera de su organización.
Revolución, guerra y exilio
Las figuras más destacadas en la dirección del movimiento revolucionario del 34 en Gijón fueron José Mª Martínez y Avelino G. Entrialgo. En un momento dado, Martínez abandona las labores de coordinación del movimiento para dedicarse exclusivamente a la lucha fusil en mano, cosa que llevaba esperando toda su vida, como emocionadamente comenta a Entrialgo en una barricada del Llano. Quedando así Entrialgo como persona de referencia junto a otros miembros del comité como Ramón Álvarez Palomo, J. Pardo o Acracio Bartolomé.
Cuando el Tercio ya desfila por Gijón, el comité acuerda una reunión detrás del cementerio de Tremañes. No puede acudir casi nadie, tan solo Entrialgo y Florentino Margaride, que quedan encerrados en esa zona del extrarradio de la ciudad sin poder moverse ya y sin posibilidad de huir a La Felguera, como pudo hacer el resto del comité. Aquella noche duerme en Mareo en una tenada cerca de casa de Lalo el Nietu y a partir de ahí pasa a la clandestinidad. Se esconde en Asturias durante ese invierno hasta que un mercante le traslada a San Sebastián y llega a París en el primer trimestre de 1935, dejando en su tierra a su compañera Oliva y a sus dos hijas Libertad y Acracia.
En París, se reúne con otros exiliados como Ramón Álvarez Palomo, José Tourman, Luis Meana, Terio, Nelín, Pepín, Horacio Argüelles, Roberto, Lino, Avelino Martínez, Jesús del Río, Canal…
Las preciosas cartas entre Oliva y Avelino y entre éste y otros compañeros como Horacio Argüelles o Alfredo Díaz reflejan la dureza y el agobio de la vida en París. En el exilio, sin posibilidad de trabajar por su condición de extranjero y por la crisis que afecta al país, malvive bajo el auspicio del Comité de Emigrados Españoles, entidad que ayuda económica, judicial y socialmente a los exiliados. Este comité en julio de 1935 solo repartía ya 60 francos por persona. Un viaje en metro costaba 1,40 francos y una cajetilla de tabaco 2,5.
Consigue contactar con su prima Carmen, residente en Bruselas, y así evita el indeseado viaje a Rusia que ya habían planeado en el café St. Michel de París sus amigos Horacio Argüelles y Fernando el barbero. Para esa fecha Luis Meana, Roberto y G. Antuña ya se encuentran en Mosen (Rusia).
González Entrialgo en 1967 en Venezuela, donde moriría 10 años después.
Vuelve del exilio por Barcelona en febrero de 1936 y poco le durará el reencuentro con su amada Oliva y sus hijas. El golpe de Franco le obliga a asumir responsabilidades, primero en Gijón como secretario de movilización del Comité de Guerra. A partir de octubre integra el Comité Nacional de la CNT como secretario de la sección militar, primero en Madrid y luego, cuando el Gobierno huye, en Valencia. En los últimos compases del conflicto, el 5 marzo de 1939, fue nombrado Comisario de División de la Base Naval de Cartagena.
El último día de la guerra, desde Gandía, parte de España para no volver jamás a bordo del vapor Galatea camino de Londres. Allí integra el Consejo General del MLE (Movimiento Libertario Español) y vive un año en Gales ayudado por los metalúrgicos ingleses. En 1940, con ayuda del SERE, logra salir en una flota de barcos camino a Arica (Chile), torpedeado por submarinos alemanes que consiguen hundir uno de los barcos.
Ahí comienza su andadura latinoamericana, que pasará primero por Bolivia, luego por Argentina y más tarde por Uruguay, donde consigue un buen contrato en un astillero, pero un conflicto laboral que acaba a tiros en una refriega con esquiroles le obliga nuevamente a coger la maleta acusado de instigador de la huelga. Pasará una década en Chile hasta su arribada definitiva a Venezuela donde fallece en 1977, a los 79 años. Desde el exilio siguió militando, siempre fiel a sus ideas transformadoras.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 53, NOVIEMBRE DE 2017