sábado, 16 de febrero de 2008

Dias de Radio y TV


Dias de Radio y TV

La cierto es que la televisión nos cambió la vida y con ella hasta podríamos decir que llegó el sufrimiento, mientras no la hubo nuestra vida de infantes titilaba entre los juegos y escuchar la radio.

La radio fue nuestra guía fue la radio con aquellas novelas radiadas por Guillermo Gutierrez Asecas o los capítulos que emitía la Cadena Ser el popular y entrañable programa "Matilde, Perico y Periquin", sainetes interpretados por Pedro Pablo Ayuso , Matilde Conesa y Matilde Vilariño cuyas voces daban vida al travieso a las travesuras de "Periquín".

Y entre esas historias también contábamos con las voces de Juana Ginzo y Guillermo Sautier Casaseca que daban vida a novelas que iban poblando nuestra vida de ilusionados infantes todo ello acompañado por la música del momento Joselito, Marisol, Antonio Molina, también cantamos el “Porompompero” con Manolo Escobar, o nos embelesamos con “Esos ojitos negros” del Dúo Dinámico y veíamos a Karina “buscando en el baúl de los recuerdos”.

Los sesenta son la década de la música y de las series de televisión; de los festivales de San Remo, Benidorm y Eurovisión. De los cantantes italianos, de los franceses y de los anglosajones, aunque lo que `predominaba era las cupletistas y las tonadilleras, y todo ello lo íbamos escuchando con una voz en off , mientras andábamos tirado por la cocina jugando con los fuertes de indios y vaqueros, o lo que quedaba de ellos.

En aquella España del momento empezaban a triunfar los Pekenikes, los Brincos, los, los Bravos, los Cinco latinos, Rosa Morena, , Juan y Junior, Fórmula V, Los Sirex, José Guardiola, Luis Gardey, Raphael y Manzanero , pero aún nos faltaban algunas hornadas para conscientes y disfrutadores de todo ello.

Pero ese mundo fue desplazado por la televisión, yo había visto alguna en Gijón , en la Peña de Caza La Armonía, pero poco, pero cuando llegó la tele al barrio aquello fue el despelote, por un lado la presión por estar en los bares para ver nuestras series, y de cuyos locales pues éramos echados a cajas destempladas, y no era para menos porque podíamos estar horas y horas allí metidos.

En casa no hubo tele hasta que la situación se hizo insoportable, pues todas las noches había la de dios en cristo para que nos dejaran ver la televisión en casa de los vecinos, sobre manera los fines de semana.

Verla en casa de algunos era imposible, en casa de Eloisa la practicanta, aunque éramos íntimos amigos de sus hijos Angel y Eduardo, su abuelo Octavio no le gustaba mucho que hubiera gente por la casa, con lo cual la frecuentábamos más bien poco; con lo cual a los únicos que conocíamos que tuvieran tele en casa, eran nuestros vecino de enfrente Carola y el Parrichu.
Por la tarde del domingo veíamos si nos dejaban en el Bar la Bolera: Viaje al Fondo del Mar, o Bonanza.

Por las noches corríamos a casa de Carola con nuestros pequeños bancos, y allí en primera fila a los pies de nuestros invadidos anfitriones nos pasaban las horas viendo aquellos programa de miedo como: Es usted el Asesino, de los Narcisos Serrador (padre e hijo) o los programas de acción Los Intocables, o El Santo, o el interminable Fugitivo, o Los Vengadores, o concursos de la época.

Hoy todavía me pregunto cómo era posible que Carola y el Parrichu, pudieran aguantar tanta chiquillada en su casa pues éramos además de ellos dos, y de su nieta, éramos mis hermanos Marigel, y Jose Javier, y el que suscribe, los Taboada José Manuel y Maria José que era toda preciosidad de la cual andábamos todos prendados, y al grupo se unía Miguel Angel, el de Vidal y Vida. Toda una troupe que se quedaba hasta que salía el himno nacional y se acaban las emisiones.

Luego hubo TV en casa y fue, la leche, porque irse a la cama era todo un lío, y estar en la cama y oir la como los padres veían la TV era toda una tortura, amen de que los castigos empezaban a ser más psíquicos que físicos, el zapatillazo fue suplido por aquello de hoy no ves la tele.
Qué tiempos aquellos.
Para ayudar a Recordar

domingo, 10 de febrero de 2008

Bares de mi parroquia


Los bares de mi parroquia,

Hace ya unos meses escribí en una Revista de “culto” un artículo sobre los bares de pelo y pluma, refiriéndome a aquellos bares de cazadores de becadas y conejos. Hoy un fiel lector me trae el recuerdo de los bares de mi parroquia.

No es que yo sea mucho de bares, o que en mi infancia o adolescencia anduviera dándole al pinple, o tuviera un padre borracho al que buscar, nada de eso.

Pero los bares de la parroquia, para nosotros los chavales de “La Fuente” eran todo un campo de investigación sociológica , no por nada, sino porque en ellos estaba nuestra droga que en aquellos tiempos era la televisión, y como en casa no había, pues eso buscábamos los fines de semana introducirnos en los bares para ver la tele y como mi padre era raro que l os frecuentara pues siempre andaba de obras por casa, pues las excusas para penetrar en aquellos santos sanctórum para ir a buscar al padre y quedarse a ver la tele pues como que no colaba.

No sé en otras parroquias, pero en la mía conocí unos cuantos bares en los cuales los hombres pimplaban de cojones, aunque en ellos también es cierto se hacia lo que hoy los modernos llaman la sociabilidad. Estamos hablando de mediados de los 60, con una importante presencia de emigración que se radicaba fundamentalmente en La Dehesa, y también del nacimiento de los poligonos, o sea que gente para consumir o para necesitar los servicios de comida no faltaba.

Lloreda , era la parte alta de la parroquia, y estaba como fuera de nuestro alcance, y además parecía tener poco atractivo para nosotros, pues era como sino existiera, dense cuenta que nos íbamos andando de Tremañes a La Camocha, para ver a unos amigos o corrernos alguna perrrería por las minas del Picu San Martín o Pico el Sol, y sin embargo recuerdo poco el barrio de Lloreda o a sus integrantes.

La frontera la teníamos establecida en La Jamaica, el barrio intermedio entre los Campones y Lloreda, en ese punto había un bar feo, denominado El Jamaica y llevado por "el Jamaicu", no sé quien daba nombre a quien, pero el paisano que lo regentaba “el Jamaicu” que no era manco de un brazo, como yo creía y como me expone su nieto, y tal vez le confundía con otro vecino asiduo del bar que sí lo era; parece ser que tampoco el Jamaicu gastaba un humor de perros, sino que tal y como me expone su nieto "era rudo y testarudo" o eso nos parecía a nosotros, por lo cual hacía que nos mantuviésemos lejos de su alcance, aunque le recuerdo enjaezando todo el carro y el caballo para ir a sus menesteres con un brazo, lo cual ya idea de como era. En este bar del Jamaicu, creo que solo entré una vez con mi padre.
Bajando por la carretera estaba en Los Campones: Casa Blasco, que de guaje debí entrar otro par de veces por algo para mi pariente El Chelu; luego un poco más abajo otro bar-tienda que estaba situado a la altura de la farmacia, era una especie tienda, que un amable lector del blog me reprende por los olvidos y que se denominaba, el de Francisco el de Pachinina, que servía vino y que estaba al lado de casa de Pipo Margaride, allí se tomaban los vinos entre sacos de legumbres, pero del cual tengo muy pocos recuerdos, había otro bar tienda el de Teresa que estaba frente a lo que en su día fue la pescadería de Santisteban, este si era muy frecuentado pues antaño a su puerta estaba la parada del autobús.

Luego en la Dehesa recuerdo fundamentalmente dos: Casa Montero, y Casa Máximo, de los cuales tengo poca referencia, recuerdo a Máximo, menudo de cabeza redonda y calva, que alguien decía que era “facha” y que había estado en la Legión…. Nada de todo supe ni comprobé, pues en esa zona aunque la recorríamos de pe a pa, no tenían tele y la tenían algo debía haber que no nos era simpático para no parar.
En el otro extremo en el barrio de La Iglesia, había uno que todavía existe junto a la Iglesia, ( Bar Belmonte) esquina calle de la Iglesia y el Caravacu, luego había otro por el camino de la Iglesia el que va hacia la parte de abajo de la Picota en cuyo prau se hizo algunos años la fiesta de San Juan
.
De esta zona el más característico era Casa Piquerón, que recuerdo grande y amplio, y que me trae por su ubicación recuerdos aún más viejos del antiguo Bar-baile del Cantera, del que siempre habla mi tío Arturo, allá por los Buenos Aires querido .

A la entrada de la parroquia según se venía de la Braña estaba el Bar Reculta, peña bolística ya en El Plano, que pasó por todas las épocas, entre florecientes y decadentes de los bolos, hasta su marcha para la Calzada.

Y en el centro de la parroquia, entre el Plano y La Fuente, había dos bares que reunían ante sí, dos categorías sociológicas distintas, y que entraron en franca decadencia hasta desaparecer, por un lado estaba el bar de Dorina, "La Bolera", con una modesta bolera al frente, y donde vi por primera vez jugar a los bolos, Este bar estaba situado al pie de la carretera general, más o menos frente a la desembocadura de la calle Melón.

En La Bolera, nos permitían entrar los sábados en aquel oscuro rincón del fondo ver las serie de Bonanza y los dibujos animados, a veces ateridos de frio pues no queríamos ir para casa en el atardecer y de pantalones cortos pues ya me contaran, y temiendo que al menor murmullo a fuéramos desalojados pues aguantábamos lo que nos echaran, menos mal que la dos hijas, que para nosotros eran como dos musas, intercedían por nosotros para que nos dejaran entrar a una nutrida plebe aquel oscuro rincón, con algún paquetín de pipas que de vez en cuando alguien nos invitaba.

Un poco más abajo en dirección a la finca de Valle, que hoy contiene diversos equipamientos municipales, había otro bar, Casa Vidal que era de los abuelos de mi amigo Milu, y el cual funcionaba un poco de aquella manera, dependiendo de como viniera Lola la pescantina , o su marido, por lo tanto todo dependía de quien estuviera detrás de la barra, aunque la más tierna con nosotros siempre fue la madre de Milu: Manolita, un primor de mujer.

Lo recuerdo como un un bar largo de gran altura, y con una alta y larga barra que nacía al pie de la puerta e iba hasta el fondo del local, dejando un hueco para entrar y salir el personal del bar. Eso sí tenía la televisión colgada en casa de demonio, y aunque pasábamos horas jugando con sus nietos Milu (Emilio) su hermano y su primo, no eran muy proclives a dar cobijo a la muchachada y parábamos más bien poco.

Eran bares que fueron tomando diversos rumbos, unos vieron consolidados sus clientelas en base a los polígonos industriales, que además coadyuvarían a implantar otros establecimientos como el Bar Bazan, con el aquel alemán: Otto, capaz de trasegarse 40 cubatas en un día, o el Bar Obaya, bares más tardíos y con una configuración de paisaje y paisanaje distinta.

Esos eran los bares que recuerdo, amén de otro , muy pequeño en el Plano: Casa Zulima, o el de la Braña, pero ya se pierden en el el pozo del olvido.