martes, 22 de mayo de 2007

Isidro del Río, alcalde republicano


Como concejal fue el promotor de la Gota de Leche y más tarde, en las elecciones de 1931, se convirtió en el primer regidor de la ciudad elegido democrática mente tras el cambio de régimen
POR JANEL CUESTA
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Cuando estamos a la puerta de la efervescencia electoral y no pocos luchan por ocupar un sillón en el salón de plenos de nuestro Ayuntamiento, y, por supuesto, el objetivo principal es conseguir la presidencia de la corporación municipal, cabe recordar que choca todo ello años más tarde con el ingrato olvido de que hacemos gala los ciudadanos de a pie respecto de nuestros ediles cuando, pasado un tiempo, no mucho, hacemos buena la socorrida frase: si te vi no me acuerdo.

Por eso en más de una ocasión hemos dedicado varias páginas a recordar a algunos alcaldes del pasado, y hoy hacemos justicia con Isidro del Río Rodríguez que fue alcalde del Ilustre Ayuntamiento de Gijón allá por el año 1931 y, aunque para muchos gijoneses esta fecha queda muy lejana, en cambio los de cierta edad le recuerdan por muy variados motivos, pero fundamentalmente por haber sido el primer alcalde republicano elegido democráticamente y, por si esto fuera poco, también en su dilatada vida de empresario dejó huella como industrial del ramo de la fundición cuyo legado ha llegado hasta nuestros días.

Isidro del Río Rodríguez nació en Tremañes en el año 1869 en el seno de una familia modesta y numerosa, como era habitual por aquellas fechas. Hijo de Manuel del Río, natural de Luanco y de Balbina, gijonesa oriunda de la parroquia de San Julián de Somió, y después de cursar los primeros estudios en la escuela pública de su mismo barrio, comenzó de muy joven a trabajar en la Fábrica de Kessler, Laviada y Compañía, situada por entonces en la calle de La Rueda, dentro del barrio del Carmen, y fue distinguido por la empresa al jugarse la vida para sofocar un grave incendio que se produjo en la sección de máquinas. El jovencísimo Isidro del Río, sin pensárselo dos veces, atravesó las llamas y pudo abrir todos los grifos del agua próximos a los talleres, evitando la total destrucción de la fábrica. Este suceso le dio un gran prestigio personal entre sus compañeros de trabajo y tuvo un considerable eco en los medios de comunicación de la época.

Emprendedor

Prueba del dinamismo del joven Isidro del Río, es que en el año 1890 cuando sólo contaba 21 años de edad ya regentaba su propia empresa la Fundición Isidro del Río, ubicada en la actual Avenida de los Hermanos Felgueroso, próxima a lo que se conocía como la Cruz de Ceares. El auge de su industria iba parejo con su inquietud social e interés hacia los temas culturales, por lo que no tardó en involucrarse políticamente como hombre liberal y republicano llegando a ser presidente del Centro Instructivo Republicano de la Villa de Gijón.

Isidro del Río Rodríguez contrae matrimonio con la joven María Buznego Pérez, de cuya unión nacerían cinco hijos: Agapita, Maruja, Cándida y los varones Luis y Pepe, que fallecerían años más tarde durante la Guerra Civil del año 1936. Pero para esas fechas ya se habían producido en toda la nación, y en Gijón principalmente, sucesos de notable importancia histórica, puesto que en el año 1922 Isidro del Río formó parte de la corporación municipal que presidía el alcalde don Arturo Rodríguez Blanco, teniendo a su cargo temas sociales y culturales. Desde esa concejalía fomentó la creación del edificio de la Gota de Leche a través de la Junta de Protección de Menores, proyectó asimismo las famosas casas baratas del barrio de El Coto para los empleados municipales y adquirió los terrenos para la escuela publica de La Guía, entre otras muchas actividades que no pudo concluir, puesto que cesó en la concejalía con la llegada de la dictadura del general Primo de Rivera.

El triunfo de 1931

Permaneció apartado de la política oficial hasta la llegada de la Segunda República en el año 1931, cuando ocupaba la alcaldía don Claudio Vereterra y Polo. Concretamente el 16 de abril de dicho año, siendo presidente de la República Alcalá Zamora, con el triunfo de la Unión Republicana Socialista, de los 38 concejales con derecho a voto, 31 pertenecían a la coalición de repúblicanos-socialistas y los otros siete de ascendencia monárquica estaban agrupados bajo las siglas Candidatura Gijonesa. El prestigio y fidelidad a las arraigadas ideas republicanas de Isidro del Río propiciaron la amplia victoria ante sus rivales políticos, puesto que obtuvo 24 votos sobre los cinco votos del repúblico-federal Ramón Fernández González, y sus otros dos contrincantes Luis Blanco Rodríguez y Julián Ayesta Manchola que obtuvieron un voto cada uno. También hubo un voto en blanco.

En aquella primera corporación municipal de la II República, en la que todo Gijón vibraba de euforia ante el esperanzador futuro, formaban parte también relevantes gijoneses tales como Gil Fernández Barcia, José Valdés Prida y Vicente del Castillo, que serían tres de los siete tenientes de alcalde, así como los concejales Félix Guisasola y García Castañón, Severino Cadavieco González, Robustiano Ceñal Morís, Manuel Tuya Cifuentes, Dionisio Morán Cifuentes, Juan Manuel del Busto, Germán de la Cerra Lamuño y Urbano León Quirós, entre otros.

Legado a la ciudad

Aunque sólo permanecieron en el Ayuntamiento hasta el 11 de diciembre de 1931, llevaron a cabo importantes realizaciones, como fueron la potenciación de los centros de enseñanza y asociaciones culturales así como necesarias obras de urbanismo, ensanche de calles, la gratuidad de libros en el instituto de Jovellanos, Escuela de Comercio y Escuela de Trabajo y por supuesto los tradicionales cambios de nombres de calles y la deseada cesión del Cerro de Santa Catalina para convertirlo en parque público.

Lograron de la Caja el regalo de una libreta a todos los niños nacidos el día de la proclamación de la República.Siguió con su actividad empresarial y cultural hasta su fallecimiento el día 14 de junio de 1941, a los 72 años, y la fundición que llevaba su nombre continuó hasta el año 1970, gestionada por su yerno, Marcos Bassi, esposo de Maruja del Río, y sus nietos Pedro García del Río y Luis del Río Peláez, y finalmente en La Calzada por su otro nieto, Isidro del Río. Esta sería otra larga e interesante historia. Sirva de ejemplo que las clásicas barandillas del Muro de San Lorenzo fueron precisamente obra de la Fundición Isidro del Río.

domingo, 20 de mayo de 2007

PARROQUIA DE TREMAÑES ARRASADA


Aunque Xosé Nel Caldevilla escribía, tiempo ha, un utópico artículo, titulado: “Por Tremañes no pasarán”.

La realidad siempre se muestra más tozuda que el deseo o la utopía.
La parroquia de Tremañes siempre fue la malquerida del Gijón de mis amores, su historia como entidad parroquial, con sus Quintas y zonas residenciales de nobles o regentes, prácticamente se la ha comido el olvido.

Tambien se olvida su relación con la diosa romana de la Fortuna Balnearia, y hasta la existencia de un cierto marquesado con plaza en la zona; y a buen seguro que algún cronista playu si Salmerón hubiera dormido en Somió, pongo por caso, se sabría en que casa habia pernoctado, o cómo era ésta, y hasta alguien se devanaría los sesos para saber como eran sus propietarios, su parentela, pero si lo hizo en alguna Quinta de Tremañes, como mucho se mencionará la parroquia y en todo caso se daria la cosa como si hubiera sucedido en el quinto infierno.

Y no hablemos de una zona donde vivió y se asentó una buena parte del dirigentismo obrerista del siglo XIX y XX, que seguramente buscaba paz, y precios de alquileres más asequibles.

Por estas tierras anduvo un huérfano político como Belarmino Tomás, y hasta hubo Comités Republicanos y cierta presencia anarquista, lo que no está nada mal para una parroquia rural.

Hay luego otra historia, ya prácticamente olvidada o que se quiere olvidar a todo trance, y es la de Tremañes como territorio fronterizo, aquel donde los primeros emigrantes levantaban sus chavolas, algunos de los cuales hoy prósperos ciudadanos residentes en otros barrios más relucientes y de más cachet.

Vecinos que renuncian a esa ciudadanía de origen, que hoy debe parecerles como de tercera, y por eso muchos se guardan decir que uno es oriundo de Tremañes.

Fue este un territorio obrero por excelencia, de emigración, y porqué no decirlo de marginalidad épocas en las que todo el mundo se tapaba las narices por lo raro que olían los gitanos y portugueses que ocupaban los territorios de la Dehesa o de Villacajón. Barrios que nuncan saldrás en las historiografías nobles del concejo gijonés

Tremañes como poblamiento soportaba estoicamente la devaluación de su territorio, las invasiones sin medida y sin control de mercheros, gitanos y payos, gente de todo pelaje y condición, sin que mediara más problema que la convivencia difícil de una parroquia se sentía como apestada y acorralada.

Y apestada fue y se consideró, porque de ser una parroquia rural en transición fue virando por acción de los especuladores hacia un territorio semi industrial donde la violencia se ejercía en cada esquina, aún recuerdo los miedos a la hora de transitar por algunas de sus oscuras caleyas.

Hoy la aldea se ha terminado convirtiendo el territorio en un gran polígono industrial que ha crecido sin control y sin tasa, y cuyos límites ahora son el pasto y bocado de las grandes fauces de las Sogepsa de turno, sin que parezca que este territorio este en la marcha contra el desafuero que se está cometiendo con algunas zonas de Gijón.

La utopía de ver territorios como La Calzada, Tremañes y Santa Bárbara unidos constituyendo una gran área suroccidental, ya no será posible, pues Tremañes ha pasado de un territorio acosado, a una parroquia arrasada, y como siempre los pocos vecinos que aún moran y que morarán por lo tiempos de los tiempos, sufren y padecerán del síndrome de la uralita, o sea condenados a contemplar desde sus ventanas los ondulados tejados frabriles que ya con fuerza asolan el territorio.

Ya no es un fenómeno solo de Tremañes, pues a Gijón se le está cercando a base de un férreo cinturón de polígonos industriales de fea factura y pero estética, el cual va desde la zona Sur hasta completar por el Oeste la sucia Arcelor.

Todo un conglomerado, que está logrando que una ciudad, que en su interior es paz y remanso y la cual se ha ido modelando hasta hacerse apetecible, sin embargo hoy sus extrarradios rurales y ruralizados estén siendo pasto de la peor estética y pésima planificación, que hacen penosa su visión desde el exterior.

Digamos que hoy presentamos para el que nos visita la más infame imagen posible, y en ello está cooperando la activa Sogepsa, y los especuladores de turno y la necesidad de dar abasto a tanta demanda industrial, auqnue hay otro desarrollo casi sin control y que en estos últimos meses hacen que la parroquia se levante grandes edificios a modo de modernos cuarteles mineros que convierten de nuevo a este territorio en una imagen viva de lo que no debe hacerse y que se ha hecho.


Víctor Guerra