Rosario «Hipatia» de Acuña
Víctor Guerra relata las relaciones de la escritora, que vivió en El Cervigón, con las logias masónicas de su tiempo
30.04.2013 | 01:54
Víctor Guerra, a la derecha, con el coordinador del foro cultural del periódico, Luis Miguel Piñera.Fotografia de marcos leon
Cuca ALONSO
Un habitual de estas páginas, Víctor Guerra, disertó ayer en el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón sobre «Rosario de Acuña. Encuentro y desencuentros masónicos», al cumplirse el 90.º aniversario de la muerte de la escritora, acontecida en su casa de El Cervigón, que hoy acoge un centro de actividades educativas.
Víctor Guerra es el máximo experto de la masonería en Asturias, según declaró el director del Club, Luis Miguel Piñera, pero... «Esto es una encerrona porque a ver qué digo yo después de los excelentes trabajos realizados por otros, como José Bolado y Macrino Fernández», explicó el conferenciante. Definió a De Acuña como una mujer poliédrica, de la que se saben muchas cosas, pero se ignoran más. Lo que se conoce de ella es a través de sus escritos, pero existen grandes lagunas en su trayectoria vital. Se sabe que durante muchos años estuvo en permanente movimiento y no hay posibilidad de mantener una ilación en su historia.
Rosario de Acuña había nacido en Pinto, Madrid, en 1851, en una familia adinerada y noble; incluso hay varios obispos entre sus antepasados. De niña sufrió grandes problemas de vista, solucionados con una operación siendo ya adulta. Su padre fue el gran referente de su formación. En 1876 se casó con el militar Rafael de la Iglesia, un matrimonio que iba a durar siete años; de derecho, sería para toda la vida, de acuerdo con la ley. En 1887 conoció a Carlos Lamo Jiménez, un estudiante de Derecho, 19 años más joven que ella, que sería su amante hasta su muerte en 1923, pero que en público presentaba como su sobrino.
José Bolado ha sido el investigador de la obra literaria de Rosario de Acuña, mucho más densa de lo que en principio se pensó. Ocurre que fue difícil seguir su rastro dada su dispersión. «Era de armas tomar, cogía su caballo y acompañada de su criado se iban ambos mundo adelante, en viajes que podían durar tres meses», comentó Víctor Guerra. En 1876 Rosario de Acuña estrena en Madrid la obra «Rienzi el Tribuno», consiguiendo un gran éxito. Ya es famosa, pero habría de esperar hasta 1885, al incorporarse a la revista Dominicales de Libre Pensamiento, para establecer contacto con personajes librepensadores y masones.
En 1886 viajó a Alicante a dar unas conferencias y es en esa ciudad donde se inicia como miembro de la masonería, aunque siempre iba a ser una masona atípica, muy independiente, que se adhiere a algunas causas pero de otras se aleja. Algo con lo que nunca estuvo de acuerdo fue con la incapacidad de formar logias exclusivamente femeninas; las mujeres sólo podían constituir una logia de adopción. Adoptó el nombre Hipatia. Tras su presencia en Alicante desaparece, no se sabe nada de su participación masónica, pero de vez en cuando hay constancia de que colaboraba con algunas logias. Es un miembro muy considerado, aunque no mantiene vinculación con ninguna.
Personalmente, de acuerdo con la exposición de Víctor Guerra, creo que Rosario de Acuña fue una masona muy «ligth», es decir, de baja intensidad, [ digamos que no fue un masona orgánica]que se dejó querer, aunque al final de su vida ostentaba un grado 32.
No participó en la Logia Jovellanos, creada en Gijón en 1913, cuando ella ya vivía en su casa de El Cervigón, aunque en la requisa llevada a cabo en esta logia por las tropas franquistas en 1937 se encontraron con un busto de Rosario de Acuña.