Cierto es que la vida cambia, y nosotros con ella, y se ve con el paso de los tiempos como lo que recordamos no siempre se ajusta a la realidad, y con relación a esto siempre he admirado aquellas personas que recuerdan con nitidez, tanto fechas como hechos, es algo que no deja de asombrarme, tal vez porque carezco de ella.
En casa siempre se ríen de mí porque soy capaz de hablar de hechos que han pasado hace años y los cuento como que han pasado hace unos meses, y en le recuerdo se mezclan unas y otras cosas, viene a colación esto porque me han llamado la atención sobre varios hechos contados o relatados por mí donde mi realidad estaba distorsionada no tanto por la mailicia, sino porque el recuerdo juega esas pasadas.
Estos días he paseado de nuevo por el barrio, y veo como se va transformando a pasos agigantados, grandes edificios que se van asoleyando a un lado y otro de la carretera general, con una discutida estética, creo que se podía haber trabajado algo más alguna de las nuevas urbanizaciones,
Por en medio de toda esta vorágine urbanística quedan aún viejos testigos de aquellos tiempos la Casa de Ramonita, donde siempre ansié tener una de aquellas buhardillas, cosa que finalmente alcancé y remodelé a mi gusto con la ayuda de mi padre, y en las que vivi unos años con interesantes experiencias….
La Pescadería de Santisteban, en plena carretera general, situada entre la calle Los Pinos y la calle Santa Cecilia, establecimiento que lleva muchos años cerrado y que abasteció a todo el barrio durante años, toda esa pequeña manzana y sobre el martillo en el que sitúa Casa Ramonita parece planear un ensanchamiento y llevarse por delante todas las esas edificaciones, supongo que será cuestión de tiempo.
La Panadería de Rita, todavía parece que la estoy viendo en plan matrona, con humor de perros algunas mañanas, aunque tenía momentos de dulzura, lo cierto es que la vida de los panaderos nunca fue fácil, y los madrugones eran de aúpa, sino que se lo digan a Gaspar al que veía de tarde en tarde pues su vida como la esa que pintan para lo vampiros, todo de noche.
Pero era agradable oler a la madrugada el olor del pan recién hecho y el olor de los hornos de leña, aunque a mi personalmente me gustaba más un pan que creo que no se hacía en la panadería de Rita, o se dejó de hacer pronto, y que era el “pan bregado”, del cual hoy deleito algunas piezas cuando voy a la Rioja o algún lugar castellano.
Luego como digo, estaba Casa Ramonita, con aquel porte de Señora, y más cuando se arreglaba para ir a Gijón, ya siendo adolescente la veía algunas tarde de Sábado o Domingo de tertulia con algunas amigas por la Calle Corrida o en la Cafetería Bariloche, aún me acuerdo cuando nos socorrió una tarde-noche que nos perdimos de mis padres en Gijón. Quien me viene al recuerdo es su madre que no me acuerdo de su nombre o el de su padre Fausto, allí sentado en un sillón de mimbre parecía en su jardín todo un patriarca latinoamericano.
La Tienda de Teresa, un poco más allá, más pequeña y que nunca entendí porque se íbamos parte de los vecinos tampoco a ella, hubiera jurado que había como una cierta rivalidad social entre ambos establecimientos. El marido de Teresa, arreglaba aquellas viejas radios de lamparas, luego le conocí un taller en la zona en la zona última de la Plaza Europa. Luego la tienda pasó a otros dueños con dos hijos, uno de ellos ya mayor que yo, se hizo cantante tenor y estuvo por Madrid, Tino, pero le perdí hace años la pista.
Uno de esas tiendas que pronto dejó de funcionar fue la Tienda de Ultramarino de Jesús, el del Estanco, o Jesús el de Pedrón, situada en la cabecera de lo que hoy es el Parque de Maria Teresa Gonzalez, que tanto recordaba aquella otra de la Calle Corrida: Casa Rato.
En la misma hilera de casas estaba la casa que tanto visité de niño, la de mi querido y añorado padrino el ferroviario Isidro, amo y señor de tierras y huertas en Tremañes y Villadangos, y que se fueron a manos de una sobrina mocetona de armas tomar, Doña María, por cuyas ancas suspiraba más de alguno y cuyas perras disfrutaron a mi costa. Mi padrino siempre me regalaba la misma tarta en Semana Santa, procedente de la Confitería La Suiza era todo un rito.
Ahora que hablo de él me viene a la memoria la quema de una pira de libros en el patio de mi casa , era una buen montón de libros que mi progenitor quemó sin entender el porqué de aquella acción de la cual no pudimos ni salvar un solo libro. Tanto fue así que algo debió suceder porque siempre recordaré el odio que le tenía mi padre a los libros, a los cuales echaba la culpa de mis desviaciones políticas, sociales, etc…
Victor Guerra
Pescadería de Santisteban
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