Gijón acoge nueve de las 343 fosas comunes recopiladas en Asturias
LUIS MIGUEL PIÑERA
Ya se ha hecho público, tras cinco años de trabajo, el mapa que recoge las fosas comunes y otros lugares de enterramiento de personas desaparecidas en Asturias con motivo de la Guerra Civil. Puede consultarse en internet, por ejemplo en la página www.memoriaxixon.net.
Es consecuencia de la colaboración realizada en estos últimos años entre el Ayuntamiento de Gijón, la Consejería de Bienestar Social y Vivienda y la Universidad de Oviedo. Hablamos de datos como son los 343 enterramientos diseminados en 55 municipios; de ellos 21 corresponden a combatientes y 322 a víctimas de la represión posterior. Setenta de esas fosas son individuales y el resto colectivas.
Ya están identificados más de 3.000 cadáveres, entre ellos los casi dos mil de la fosa del cementerio gijonés de Ceares. Hablamos de datos, de cifras y de sentimientos. La profesora de Historia Contemporánea Carmen García fue la coordinadora, y con ella colaboraron Pedro Luis Alonso García, Gustavo Álvarez Rico, Claudia Cabrero Blanco, Amaia Caunedo Domínguez e Irene Díaz Martínez. Centrándonos en el caso del concejo de Gijón se contabilizan nueve fosas. La mencionada de Ceares es una, y la más principal, pero también están las que existen en los cementerios de Tremañes, Jove, Roces, Cenero y Porceyo. Además, otra en La Camocha; la de La Pedrera, en la finca de los Rodríguez-Sampedro, y la del barrio del Gallinal, en Serín, en la finca «El Cantón».
Algunos ciudadanos hablan de la no necesidad de estas investigaciones, de que «hay que olvidar lo pasado porque los desmanes vinieron por ambos lados», y de que «es reabrir heridas ya cerradas». Discrepamos. La rigurosa investigación histórica de la que aquí nos hacemos eco era necesaria (lo era desde hace muchos años) y es fundamental para que recuperen su dignidad los hombres y mujeres que, paradójicamente, nunca la perdieron.
Que hasta ahora hubiera en Asturias -siete décadas después de los sucesos- más de 300 enterramientos clandestinos, la mayor parte de ellos olvidados en cunetas, y sin señalizar, y que hubiera más de 3.000 asturianos «mal enterrados» era algo que nadie con la mínima sensibilidad entendía. Ni tan siquiera desde el punto de vista meramente sanitario. Víctor Manuel le puso música: «Cómo voy a olvidarme, ¿están hablando en broma? Sólo olvidan los bobos, porque los mal enterrados ni mueren ni reposan».
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