En aquellos tiempos, cuando uno pasaba de estudiar , pues ya se sabía a los 14 años se buscaba trabajo, y así fue como con unos 14 años gracias a la intervención de Javier Bericua, un vecino de Tremañes, que además trabajaba de repartidor en la Ferretería San José, pues me planteó que por su intermediación podría entrar en la Droguería Dely, sita en la Plaza del Carmen, esquina con la calle Felipe Menéndez y frente por frente de la oficina principal de la Cajastur.
En esta remozado edificio, en la planta baja estaba la Perfumería.
Y allí me presenté por esta mediación ante tan vetusta Droguería-Perfumería, al punto de presentarme ante la dueña Doña Consuelo, esta me pasó a un pequeño cuartucho a modo de despacho en el que trabajaba su padre, un señor muy serio de avanzada edad, de carnes muy blancas y muy buenas maneras, siempre de traje y sombrero. Con él creo que crucé tres cortas conversaciones y poco más.
Era muy curioso porque entraba a media mañana a su oficinuca, de la que no salía sino para comer, y por la tarde acudía también avanzada la tarde , y esa era toda su vida. Me presenté ante él y debió pedirme las razones de la petición del empleo, y algunas informaciones complementarias y poco más, pues apenas sí recuerdo la conversación, lo que son las cosas si hoy tuviera que hacer un retrato robot este sería el de su semejanza con D. José Maldonado, el tinetense ultimo presidente de la Republica en el Exilio, esa sería la idea que me ha quedado de Don Alfredo, que así se llamaba, y el cual estaba emparentado con los dueños de la Ferretería San José (relacionados a su vez con José Maldonado) y también con el que fuera secretario de del Ayuntamiento de Gijón D. Alfredo Villa González.
Aunque se me han ido, sí es que alguna vez los puede saber sus apellidos y grados de parentesco, me suenan los Viñuela, Villa y poco más…
En la Droguería Perfumería trabajaban en aquellos años, dos dependientas: María Luisa y Carmen que luego con el tiempo pondría otra perfumería en la Calle Covadonga, luego estaba Doña Consuelo, la hija de Don Alredo, una mujer seca, de irregular carácter, de la cual se decía que se le había muerto el marido en plena noche de bodas. No sé lo que habría de todo eso aunque, a veces su carácter parecía responder a ese posible trauma, si es que fue así… En todo caso a mi me trató bastante bien.
Luego estaban los aprendices, o pinches, uno al que yo sustituiría, bastante mayorcete ya con casi unos 19 años, el cual ya no tenía futuro en la Perfumería, ya que se negaba la posibilidad de pasar a los hombres a los trabajos de mostrador, y ahí se acababa la nómina de trabajadores
Deli o Dely, era una Droguería Perfumería que competía en la cuota del mercado burgués de Gijón con otros locales similares como la Perfumería Isacc (Corrida) con la Asturiana de la calle Munuza;
Como tal Droguería –Perfumería, pues abastecía a las familias nobles gijonesas: los Cueto Granda, los Felgueroso, los Lantero, los Suardíaz…. etc…. en la mayoría de los casos se les servía amén de los pequeños servicios, de perfumes y demás , pues el clásico pedido mensual para las labores de la casa: jabón para las vajillas, jabones detergentes, papel higiénico El Elefante, escobas, etc…
NI que decir que en aquellas kalendas 1968-1969 a uno no le hacían contrato alguno, le daban el sueldo mensual en un sobrecito, no recuerdo lo que podía cobrar en aquellos tiempos , pero era poco, por lo que venía muy bien las propinas por llevar las cosas a casa, en general estas ricas familias gijonesas, eran bastante tacañas, y era lo mismo que fueras a repartir a la aledaña calle de Marques de San Esteban donde residían la mayor parte de estas nobles familias, o que al mismo Somió.
Las propinas venían de la mano del otro sector al que atendía la Droguería, los productor de peluquería femenina a base de productos Loreal, que debía tener en exclusiva… las otras Droguerías tenían otras casas. Y claro cada mes había que hacer llegar los grandes pedidos de lacas, tintes.. etc…y este otro campo de clientela abarcaba todo Gijón y barrios.
Eran tiempos donde los pinches y repartidores, carecíamos de contratos, de períodos vacacionales, de otros tipos de seguridad, y esos que trabajábamos con grandes garrafas de acido sulfúrico, glicerinas, aceites de linaza, masillas… aquellos viejos almacenes de la calle Ribadesella eran un auténtico arsenal. Frente a todo ese peligro, lo único que teníamos era nuestra bata gris, que yo creo que comprábamos nosotros, creo… no podría asegurarlo…. y una capa para el invierno para poder llevar los recados en la bicicleta.
En este sentido teníamos dos tipos de transporte para llevar los recados, los pedidos más pequeños se llevaban en una resistente bicicleta de reparto, de color naranja, con fuertes portabultos traseros y delanteros como la que se aporta en el anuncio de Beistegui Hermanos, o sea BH, había un par de ellas para los dos repartidores que éramos.
Con ella recorríamos todo Gijón, como rayos y centellas, y lo raro es que no tuviéramos un accidente digno de mención.
Y luego para los repartos mensuales, o los más grandes teníamos este tipo de remolque , que se puede ver al pie de este texto, y que era bastante malo de conducir, sobre manera dados los pesos que metíamos para poder repartir todo el producto de una tacada.
Las jornadas eran de 9 a 13 horas y de 15 a 19 horas, aunque cuando no había recados, lo que hacíamos era recolocar los almacenes, aunque la parte alta del almacén, los productos de perfumería nos estaba más o menos vedado al igual que el mostrador, donde solo solíamos a despachar en las épocas como Navidad, y evidentemente productos “agrestes” masillas, desinfectantes, aceites, polvos varios como el azufre. etc…
O sea que estábamos expuestos a todo, y la perfumería era nuestra escuela, allí aprendimos a espiar a las dependientas, una de ellas se gastaba un buen felpudo, arreglado y “guapu” de labios carnosos que se lo miraba de vez en cuando…, yo creo que ella sabía que la expiábamos y le gustaba…. Siempre fue una mujer de bandera…
También nosotros como jóvenes adolescentes estábamos expuestos a esas cosas del sexo, en alguna ocasión alguna madura clienta, pues me recibí en medio deshabillé y me provocaba con algún que otro casual roce o caricia…. buena propina, y uno de iba asustado y pensando en lo que podía haber hecho … casi nada, pues nuestra imaginación y escuela llegaba más bien a escasos haceres y conocimientos. Estamos hablando de los años 70.
Los ataques sexuales, no eran frecuentes, pero los chicos de reparto en ocasiones éramos sometidos a tocamientos, así como que no quiere la cosa.., aún tengo en el recuerdo un piso de la noble calle de Marqués de San Esteban al que fui a llevar un recado, tras picar un señor me hizo pasar a la casa y como estaba `pingando de la lluvia torrencial el señor marido con la excusa de que estaba muy mojado y para secarme pues me condujo a la zona de servicio y tras los maniobras de secado pues se empeñó en dejarme en paños menores… pues aprovechó para el consiguiente tocamiento y rápido chupeteo de mi sexo mientras se toqueteaba el suyo, tras ello el viejo verde de rancio abolengo, me amenazaba con que sería despedido si decía algo…me llevó luego ya vestido hasta la vetusta dueña para hacerle entrega del regalo,y tras dejarme una más que buena propina e invitarme a visitarle, seguía con sus suaves amenazas… tras aquello evité ir a su casa y se lo endiñaba al compañero un tal Federico…
Por lo demás era una vida que se podía decir que en buena parte se hacia al aire libre, dando pedales y disfrutando de los entornos gijoneses, sabiendo sus grandezas y miserias, cosa que se sabía más bien cuando empezaban las temporadas de cobros, a veces te iban dando cantidades a cuenta, etc… y te hablaban y hablaban, y trataban de seducirte para que fueras menos insufrible a la de presentar las excusas ante los jefes por no poder cobrar las facturas, como si uno tuviera posibilidad de hacer algo al respecto.. Con el tiempo ibas sabiendo moverte por estas junglas del debe y de haber.
En el trabajo debí durar unos dos años, porque como dije al principio, allí no había futuro para los hombres, y aunque siempre me gustó trabajar con perfumes y colonias, recuerdo con alegría cuando con Doña Consuelo ambos nos dedicábamos a rellenar las grandes frascas de colonia a granel que además eran todo un espectáculo allí en medio de la tienda, torres de frascas con sus grifos y llenas de distintas esencias… Me hubiera gustado trabajar de perfumista… pero allí era imposible, y ese es un oficio extraño y raro.
Pero como digo, el futuro y la paga eran escasas, y al cabo del año pues el trabajo se compaginaba con la moratoria en regresar a la base, a la Droguería, digamos que nos perdíamos entre encargo y encargo en nuestros sitios favoritos, yo por los garajes de bicicletas: Amieva, Cyclos Pin, Pinzales, de tertulia y oyendo al Tarangu y a Fuente…. y mi compañero tenía otras aficiones más bien era aficionado a los futbolines y billares… eso sí toda esa demora conllevaba las consiguientes riñas de Doña Consuelo por emplear tanto tiempo en recorridos en los que se debía emplear menor tiempo… y así fue como desde aquí me fui a una de las empresas más significativas de la ciudad la fabrica de vidrio La Industria y Laviada.
Pero eso es ya otra historia
Chusi, el Moliñeru, fíu de Lola la del Chan
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