miércoles, 7 de marzo de 2012

LA PARADOJA DEL CURA BARDALES y TREMAÑES


El cura Bardales, o sea el viejo amigo José María Díaz Bardales, que Dios tenga lo guarde en su seno, o desde aquí le dedico eso tan libertario de “ que la tierra le sea leve”, viene siendo con su pase al Oriente Eterno toda una paradoja para Tremañes.

Primero porque nos ha ayudado a situarnos en el mapa, ahora que somos casi que un territorio baldío devorado por la antropofagia de una devoradora ZALIA, que ya convertido nuestra parroquia en estéril desierto de tierras sin labor y casi si me apuran sin futuro. Su muerte ha puesto ubicación a esta aldea en el mundo globalizado de Internet, aunque también nos ha vinculado con el chabolismo.

Da la sensación cuando se habla de chabolismo, esa imagen se vincula directamente con la parroquia de Tremañes, cuando en realidad el fenómeno del chabolismo estaba instalado fuertemente en muchas partes de Gijón, como la Kabila en la parte alta d Ceares, o todo aquel otro cinturón de chabolas que había alrededor del campo de fútbol del LLano, o el chabolismo del Cerillero, aunque de menor de entidad que el fenómeno que se dio en Tremañes, con cuyo fenómeno se quedó una vez se institucionalizó el fenómeno chabolista y su recuperación  con el programa de “Gijón, Una ciudad para todos”.

Oyendo a locutores y leyendo algunos periódicos da la sensación de que en Tremañes no ha habido más que chabolismo y que no ha tenido más pobladores que estos, cuando en realidad aparte del chabolismo de Villacajón, y cierto cinturón de pobreza  en La Dehesa, que se fue degradando con el paso del tiempo y la recuperación de ciertas familias que iban conquistando su nuevo status social y cambiando de residencia.

Tremañes aparte de esos “guetos” tenía, ha tenido y todavía le quedan sus núcleos de población, antiguamente La Braña, La Bolera y El Plano, La Fuente, Juvería, EL Caravacu, Dehesa, Lloreda, La Muria, La Picota, etc, donde vivían y viven probos ciudadanos, que tuvieron que vivir con el chabolismo gitano, o de mercheros, que se integraron en la sociedad gijonesa y en la propia aldea, pero también le tocó el chabolismo infrahumano de los “portugueses” más agresivo y difícil de incardinar en la sociedad asturiana.

Por tanto habría que ver a Tremañes no como la cuna del chabolismo, sino como un punto institucionalizado de este, y también por la tolerancia de sus habitantes, que pese a todo nunca fueron, ni fuimos  beligerantes con este fenómeno de la  infra –emigración, ni con la condena que nos han hecho las instituciones políticas como territorio. Otros ya habrían puesto el grito en el cielo.

Bardales al que conocí y traté, camino del Convento de los Espiritanos al que me fui, casi que no se sintió a gusto en Tremañes, y mas desde que metió a aquellos desahuciados en la Iglesia, se entendió pero se comprendió poco, y se explicó menos aún.

Por la izquierda, de pie, Jos Luis Fonseca, Alfredo Cueto, Javier Gmez Cuesta, Alberto Torga, Jos Mara Daz Bardales y Jos Manuel lvarez, El Peque. Sentados, Jos Manuel Fueyo, Luis Surez, Sanz Montes y Jos Luis Martnez.


Por la izquierda, de pie, José Luis Fonseca, Alfredo Cueto, Javier Gómez Cuesta, Alberto Torga, José María Díaz Bardales y José Manuel Álvarez, «El Peque». Sentados, José Manuel Fueyo, Luis Suárez, Sanz Montes y José Luis Martínez. j. e. c

Además Tremañes con sus párrocos quitando al viejo “D. Ramiro” del cual se decía que andaba con pistola en bolso, pero que vivía en el centro de la parroquia cerca de la Iglesia San Juan Bautista,  ha tenido un relación extraña el resto todos se fueron a vivir a Lloreda, por tanto   hay un cierto sentimiento de que los curas son de Lloreda, porque allí han vivido y desarrollado el 90% de su vida cotidiana.

Pronto Bardales se fue a La Calzada,  y ya no volvimos a saber de él, y quedó como sustituto en el territorio el jesuita  Cándido Viña al que ya se le hizo hace poco un homenaje en Tremañes.

Hay que tener en cuenta que Lloreda es sociológicamente una isla urbana e industrial  a modo de polígono humano e industrial  metida en un territorio más ruralizado como es el resto de la parroquia.

Victor Guerra (Alias Chusi, el Moliñeru)

martes, 6 de marzo de 2012

Fallece el sacerdote José María Díaz Bardales

El concido párroco de Fátima ha muerto esta madrugada tras una larga enfermedad

REDACCIÓN
El sacerdote José María Díaz Bardales (Ribadesella, 8 de noviembre de 1940) falleció esta madrugada en su domicilio gijonés de La Calzada, el barrio del que era párroco desde 1981. Bardales, que peleaba contra un cáncer desde hacía varios años, pasó los últimas semanas en su casa, rodeado de su familia y cuidado hasta el último momento por sus feligreses y sus muchos amigos, en justa respuesta al compromiso y la dedicación que siempre mostró con su barrio y todos los que de alguna u otra manera le necesitaron.

La capilla ardiente ha sido instalada en la sala 3 del Tanatorio de Gijón. El funeral de cuerpo presente se celebrará mañana en la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de Fátima, en La Calzada, a las 12.00 h.Después se procederá a su traslado a la Iglesia parroquial de Ribadesella, donde se oficiará otro funeral a las 17.00 h. para recibir, a continuación, sepultura en el cementerio de Ribadesella.

Bardales estudió con los jesuitas en Carrión de los Condes (Palencia). Influenciado por la atención que el cura de Ribadesella prestaba a los necesitados decidió estudiar en el Seminario de Oviedo, donde se ordenó sacerdote a los 22 años. Sus primeros destinos parroquiales fueron en Luanco y en la zona de Pesoz, luego fue coadjutor a Mieres, etapa que él consideró "de maduración en muchos aspectos, tanto en lo que significa el compromiso social, como a nivel moral".

De Mieres fue a Madrid, a estudiar en el Instituto Superior de Pastoral, donde escribió su tesina sobre «La presencia de la Iglesia en los conflictos laborales. Asturias, 1960-1970», mostrando ya que su compromiso con la clase obrera iba a ser muy fuerte. A la vuelta de Madrid el propio Bardales le pidió al arzobispo, Díaz Merchán, que le permitiera ser "cura de barrio".

 Es destinado en 1970 a Tremañes, donde queda para la historia colectiva gijonesa su implicación, junto con otros curas obreros y muchos cristianos de base en dar soluciones al chabolismo. Formó parte de un grupo de sacerdotes conocidos como el "Grupo de El Bibio", cuyas reflexiones y puntos de vista sociales fueron referencia importante, no exenta de polémica, para la Iglesia asturiana.

En octubre de 1981 fue nombrado párroco de Nuestra Señora de Fátima, en La Calzada, y allí siguió hasta que la enfermedad pudo con su fuerza.

José María Díaz Bardales firmó también hasta el pasado mes de enero la carta dominical que él mismo tituló "Desde mi parroquia" en la edición de Gijón de LA NUEVA ESPAÑA.

domingo, 22 de enero de 2012

CAICOYA.Compañero entrañable, amigo leal.

Recojo esta noticia de El Comercio, sobre otro tremañense que se nos va.



20.01.12 - 02:36 -JOSÉ ANTONIO RODRÍGUEZ CANAL. DIARIO EL COMERIO
  • En el Hospital de Cabueñes, a media tarde de ayer, llegaba a su fin una singular trayectoria humana, rica en intensas vivencias: moría un padre protector, un trabajador incansable, un compañero entrañable, un amigo leal. Caicoya, en el siglo José Carlos Caicoya López, gijonés de Tremañes, había nacido el 14 de agosto de 1931. Fue boxeador aficionado, con un palmarés sobresaliente: 21 combates con 19 victorias y dos nulos (en uno de estos en realidad acabó grogui, según él mismo reconocía).
Mili en Madrid, soldado de Infantería de Marina con uniforme hecho a medida porque pertenecía a la escolta del ministro del ramo. Pasión por el deporte, que nunca, ni en las circunstancias más adversas, le abandonaría, expresada en la colaboración habitual en la organización de pruebas ciclistas y en la afición a los bolos. Por ahí, como laborioso y humilde cronista de la cuatreada, empezó su relación con EL COMERCIO, hace cerca de medio siglo, un vínculo que se haría indisoluble.

Caicoya trabajaba en la Fábrica de Moreda, antecedente lejano de la actual factoría gijonesa de Arcelor. Un accidente laboral y una desafortunada intervención quirúrgica posterior, con secuelas de rigidez permanente en una pierna, acabaron -previo paso por un puesto de atención al público en el economato de la empresa- con el profesional siderúrgico y derivaron en una calificación de incapacidad laboral. Un eufemismo. ¿Caicoya incapaz de qué?

Además de tener capacidad para ejercer después el activismo vecinal durante muchos años, en ciclomotor, una primitiva Mobylette, de una tirada, en ocho horas, tras superar las curvas decimonónicas del Padrún y las imponentes rampas de Pajares, había sido capaz de ir hasta Villapeceñil, en las proximidades de Sahagún de Campos, el pueblo de origen de Felisa, su esposa, que le daría dos hijos, de modo que la nueva situación fue un estímulo.

Tenía su propio gimnasio en casa para mantenerse en excelente forma física y aprovechó para instruirse con un curso de fotografía por correspondencia. Las circunstancias, y su permanente disponibilidad -cualidad no demasiado abundante y cuya importancia resulta ocioso subrayar cuando se trata de información gráfica- hicieron que Caicoya pudiera, con una dedicación sin límites, entregarse de lleno a la que fue su gran pasión, ejercer como fotógrafo en EL COMERCIO.

Fue fotógrafo a la vez que desempeñaba un generoso papel de paternal tutela con las jóvenes generaciones de periodistas con los que trabajó. Caicoya, solo o casi siempre como acompañante de Jenaro Allongo, inolvidable redactor deportivo de EL COMERCIO, fallecido en noviembre de 1994, recorrió en su coche España entera -con alguna incursión en Francia, Portugal y Holanda- para dar testimonio gráfico de los partidos del Sporting.

Eran unos viajes larguísimos, interminables, por un país sin autovías, Caicoya siempre al volante, día y noche, en vigilia permanente, cientos y cientos de kilómetros para estar de vuelta a tiempo en el periódico.

Con esta disposición, con esta actitud desprendida, Caicoya, que además, en la adversidad en la calle era, por razones obvias, un seguro de vida para sus acompañantes, llegó a hacerse prácticamente imprescindible como último recurso en casos de necesidad extrema: siempre dispuesto a emprender viaje, a cualquier hora; resuelto para saltar de la cama si era noche avanzada o a postergar cualquier actividad personal cuando era inopinadamente requerido, listo en todo momento para cumplir la tarea que se le encomendaba.

Esta actitud ejemplar, esta disponibilidad impagable, muestra constante de generosidad, una conducta sin tacha, hizo que se le echara tanto de menos cuando por imperativo de la edad, primero, y luego a causa de los de su ya quebrantada salud, dejó toda actividad laboral y prácticamente no salía de casa. La muerte de su esposa hace casi dos años fue un golpe cuya dureza precipitó el deterioro de su estado hasta el final ocurrido ayer. Sus dos hijos, cinco nietos y dos biznietos pierden al patriarca familiar; los demás sufrimos la pérdida de Caicoya, el compañero entrañable, el amigo leal, que acaba de irse para siempre, pero nunca nos abandonará su recuerdo.

Chusi, fiu de Lola y  Chus el Moliñeru,

martes, 17 de enero de 2012

De Aprendiz en la Fabrica Laviada.



En Gijón había dos emporios vidrieros, una era la Bohemia, situada en lo que ahora es el Hotel Ciudad de Gijón, inmediaciones de la nueva estación FEVE/REMFE de San Crespo , y que daba o lindaba con la autopista en su entrada en Gijón, y  en la cual trabajaban muchos de mis conocidos y amigos como Taboada, Fleitas t alguno más..

Pese a intentar entrar en la Bohemia no me fue posible, aunque parecía que en esta empresa la mobilidad era muy alta… por tanto por casualidades de la vida, pues entré en otra fabrica con unos 16 años  en Laviada en sus sección de vidrio. Esta era un fabrica que ocupaba sus buenas manzanas, pues n o en vano iba de  la calle Magnus Blikstad a la Avenida de Portugal y desde la calle  Infiesto   a lo que ahora es la calle Carlos Marx.

Era una fabrica de vidrio corriente soplado a boca, fabricación de baterías esmaltadas y productor refractarios, cuyo emporio con muchas deudas y déficits cerró su puertas en la década de los años 80. Fue fundada en 1857, y obtuvo unas diez medallas de oro en Exposiciones nacionales e internacionales, aunque su primer nombre será La Begoñesa que fue fundada por el holandés Julio Kessler, que había venido con aquellos primeros técnicos vidrieros que conformaron la industrial locera y vidriera asturiana y también parte de las logias masónicas de 1850, al morir Kessler que estaba asociado con  Juan Díaz-Laviada la empresa pasa a denominarse Laviada y Compañía, luego en 1950 se fusionó con la factoría de vidrios la Industria, dando lugar al nombre de Industria y Laviada que cerrará después de haber tenido unos 650 obreros en 1929  cerrando en 1982-3 con unas pérdidas de 367 millones.

En esa empresa entré a trabajar con unos 16 años en la categoría de “corredor de vidrio” en la sección de vidrio soplado, o sea donde se fabricaban copas y demás…


La fabrica era todo un enjambre de aprendices que con sus largos “tenedores” llevábamos desde el Maestro vidriero hasta el horno del temple las copas y algunas figuras de encargo. Todos nos amontonábamos alrededor del horno que se preparaba  durante la moche, a la mañana, entrabamos a las 6 de la mañana se establecía el cuadro de actores, como dice la foto unos encargados de sacar el vidrio, otros de soplar dentro del molde el vidrio, y finalmente el Maestro en su banco de ir colocando a la copa su talle y pie, o a las jarras sus asas.

Era increíble después de venir de otro trabajo más individualizado, estar aquí en medio de tanta gente, tan variopinta , en general me llamaba la tención un par de cosas, por un lado los grandes mofletes del personal, dado a esto del soplar, pues a través de largas cañas de hierro hueco terminadas en una especie de bola en forma de pera, con ellas se cogía el vidrio candente que luego era soplado, y ello hacía que esto sopladores tuvieran como los sapos unos grandes bolsas por mofletes, cuando hice ver la comparación, ello ya me trajo la primera discordia con un un grupo, pues pronto fui cambiado a otro grupo de trabajo, pues mi ligazón simbólica a mi primer maestre vidriero  no le gustó nada.

La otra observación era la gran cantidad de vino que se bebía entre el componente obrero… y que por alguna razón también combatían por un tema de pulmones bebiendo gran cantidad de leche, la mezcla de todo ello unos bebiendo vino y otros trasegando leche, era algo que me dejaba perplejo

Cuando  pasé al segundo grupo, en general  dedicado a temas más bien a construcciones artesanales y encargos, puedo decir que el laboreo era más relajado, y eso permitía que el personal fuera  más parlanchín, entre las conversaciones estaban aquellas especies de leyendas  de que cada año se hacía una colada de vidrio con un kilo de oro en polvo para armar la vajilla anual para la Casa de Don Francisco Franco y las “Collares”. No sé sí era cierto, pero puedo jurar que  había  un cierto tráfico por hacerse con alguna de aquellas copas tan preciadas como perseguidas. Yo creo que le hice llegar una a mi madre.

La organización laboral de este tipo de horno, en el cual los aprendices o corredores, parábamos más bien poco, menos los que estábamos en el gremio artesanal, que contemplábamos las destrezas de nuestro maestro, sorprendidos de como se podía cortar el vidrio,  o doblar o sostener de forma horizontal en el banco con solo hacer rodar la caña.

Alguna vez que los levantadores nos dejaban sacar el vidrio, o el Maestro nos dejaba rodar la caña veíamos como aquello se nos iba al traste. Era un trabajo cansado todo el día de arriba a abajo llevando copas al temple, en medio de un calor que en invierno nos venía bien, pero que en verano era una pesadilla con aquel inmenso calor…

La comida que llevábamos de casa en una fiambrera era calentada por quien yo creo recordar  que se llamaba Marcelino,  todavía n o hace mucho andaba atravesado por Gijón, con su mono azul de trabajo, su boina, los labios pintados de rojo, yo creo que con mercromina, ahora me entero de que le llamaban el “Mercrominu”, la verdad es que yo le ví jubilado de la Industria y Laviada , y poco a le fui viendo cada vez más entafarrado hasta presentar este aspecto, supongo que a estas alturas ya habrá muerto.


Era un trabajador de Industria y Laviada, retirado de los tajos al que se le encomendaba las tareas de barrer los vestuarios, atender las comidas y labores sin peligro para él, era cierto que en aquellos años no presentaba ese aspecto tan delgado, era más bien ancho y de carnes flojas, y con  abundante pistolón que nos enseñaba a cada rato…, a la que podía nos magreaba las cacha, y sus ocasiones  de oro eran cuando nos enseñaba las fotos pornográficas que tenía, lo cierto es que no sé de donde las sacaba , pero eran increíbles, o al memos a mi me lo parecían.

Por un ratu de contemplación pues ya sabías te dejabas sobar, porque aquello era toda una primicia, decían que si se las traían de fuera en barco, o que andaba todo el día de putas y maricones.. El caso es que nunca fue peligroso ni ofensivo más allá de sus tejemanejes.
con el pasamos algunos buenos ratos haciéndole de rabiar, pues allí s ele tenía por ”marica” , o sea un homosexual, del cual nada tengo que decir, salvo de sus magreos, en la duchas que eran el hazmerreír de todos, por lo inocente de sus juegos y tejemanejes… Siempre me ha dado pena verle en estas circunstancias, y más cuando se decía que tenía perres a montones… 

Así era nuestra perra vida de aprendices de vidriero, sin saber más allá de los procesos de fabricación que ver levantar el vidrio, ver como se soplaba y se hacían mil maravillas, no conocíamos nada del otro lado, del taller de talla y grabación, etc, y menos aún de las otras secciones de la empresa.

La labores más pesadas tal vez era el tema de limpiar y espolvorear los moldes, y lijar y lijar las cañas de hierro, que para los Maestros nunca estaban suficientemente brillantes.. o sea que lija sobre lija. Que sería de todo aquel material: moldes, colecciones de cañas, de cristalerías…

Al  final una huelga acabo con muchos de nosotros en la calle, tampoco había nominas, nada más que un sobre un poco más abultado que en Deli, pero eso sí a las tres de la tarde en casa.

Chusi el Moliñeru, fiu de Lola y el Chan

martes, 3 de enero de 2012

Repartiendo en bici a Diestro y Siniestro


En aquellos tiempos, cuando uno  pasaba de estudiar , pues ya se sabía a los 14 años se buscaba  trabajo, y así fue como con unos 14 años gracias a la intervención de Javier Bericua, un vecino de Tremañes, que además trabajaba de repartidor en la Ferretería San José, pues me planteó que por su intermediación podría entrar en la Droguería Dely, sita en la Plaza del Carmen, esquina con  la calle Felipe Menéndez  y frente por frente de la oficina principal de la Cajastur.

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En esta remozado edificio, en la planta baja estaba la Perfumería.

Y allí me presenté por esta mediación ante tan vetusta Droguería-Perfumería, al punto de presentarme ante la dueña Doña Consuelo, esta me pasó a un pequeño cuartucho a modo de despacho en el que trabajaba su padre, un señor muy serio de avanzada edad, de carnes muy blancas y muy buenas maneras, siempre de traje y sombrero. Con él creo que crucé tres cortas conversaciones y poco más.

Era muy curioso porque entraba a media mañana a su oficinuca, de la que no salía sino para comer, y por la tarde acudía también avanzada la tarde , y esa era toda su vida. Me presenté ante él y debió pedirme las razones de la petición del empleo, y algunas informaciones complementarias y poco más, pues apenas sí recuerdo la conversación, lo que son las cosas si hoy tuviera que hacer un retrato robot este sería el de su semejanza con D. José Maldonado, el tinetense  ultimo presidente de la Republica en el Exilio, esa sería la idea que me ha quedado de Don Alfredo, que así se llamaba, y el cual estaba emparentado con los dueños de la Ferretería San José (relacionados a su vez con José Maldonado) y también con el que fuera secretario de del Ayuntamiento de Gijón D. Alfredo Villa González.

Aunque se me han ido, sí es que alguna vez los puede saber sus apellidos y grados de parentesco, me suenan los Viñuela, Villa y poco más…

En la Droguería Perfumería trabajaban en aquellos años, dos dependientas: María Luisa y Carmen que luego con el tiempo pondría otra perfumería en la Calle Covadonga, luego estaba Doña Consuelo, la hija de Don Alredo, una mujer seca, de irregular carácter, de la cual se decía que se le había muerto el marido en plena noche de bodas. No sé lo que habría de todo eso aunque, a veces su carácter parecía responder a ese posible trauma, si es que fue así…  En todo caso a mi me trató bastante bien.

Luego estaban los aprendices, o pinches, uno al que yo sustituiría, bastante mayorcete ya con casi unos 19 años, el cual ya no tenía futuro en la Perfumería, ya que se negaba la posibilidad de pasar a los hombres a los trabajos de mostrador, y ahí se acababa la nómina de trabajadores

Deli o Dely, era una Droguería Perfumería que competía en la cuota del mercado burgués de  Gijón con otros locales similares como  la Perfumería Isacc (Corrida)   con la Asturiana de la calle Munuza;

Como tal Droguería –Perfumería, pues abastecía a las familias nobles gijonesas: los Cueto Granda, los Felgueroso, los Lantero, los Suardíaz….  etc…. en la mayoría de los casos  se les servía amén de los pequeños servicios, de perfumes y demás , pues el clásico pedido mensual para las labores de la casa: jabón para las vajillas, jabones detergentes, papel higiénico El Elefante, escobas, etc…

NI que decir que en aquellas kalendas 1968-1969 a uno no le hacían contrato alguno, le daban el sueldo mensual en un sobrecito, no recuerdo lo que podía cobrar en aquellos tiempos , pero era poco, por lo que venía muy bien las propinas por llevar las cosas a casa, en general estas ricas familias gijonesas, eran bastante tacañas, y era lo mismo que fueras a repartir a la aledaña calle de Marques de San Esteban donde residían la mayor parte de estas nobles familias, o  que al mismo Somió.

Las propinas venían de la mano del otro sector al que atendía la Droguería, los productor de peluquería femenina a base de productos Loreal, que debía tener en exclusiva… las otras Droguerías tenían otras casas. Y claro cada mes había que hacer llegar los grandes pedidos de lacas, tintes.. etc…y este otro campo de clientela abarcaba todo Gijón y barrios.

Eran tiempos donde los pinches y repartidores, carecíamos de contratos,  de períodos vacacionales, de otros tipos de seguridad, y esos que trabajábamos con grandes garrafas de acido sulfúrico, glicerinas, aceites de linaza, masillas… aquellos viejos almacenes de la calle Ribadesella eran un auténtico arsenal. Frente a todo ese peligro, lo único que teníamos era nuestra bata gris, que yo creo que comprábamos nosotros, creo… no podría asegurarlo…. y una capa para el invierno para poder llevar los recados en la bicicleta.

En este sentido teníamos dos tipos de transporte para llevar los recados, los pedidos más pequeños se llevaban  en una resistente bicicleta de reparto, de color naranja, con fuertes portabultos traseros y delanteros como la que se aporta  en el anuncio de Beistegui Hermanos, o sea BH, había un par de ellas para los dos repartidores que éramos.


Con ella recorríamos todo Gijón, como rayos y centellas, y lo raro es que no tuviéramos un accidente digno de mención.

Y luego para los repartos mensuales, o los más grandes teníamos este tipo de remolque , que se puede ver al pie de este texto, y que era bastante malo de conducir, sobre manera  dados los pesos que metíamos para poder repartir todo el producto de una tacada.



Las jornadas eran de 9 a 13 horas y de 15 a  19 horas, aunque cuando no había recados, lo que hacíamos era recolocar los almacenes, aunque la parte alta del almacén, los productos de perfumería nos estaba más o menos vedado al igual que el mostrador, donde solo solíamos a despachar en las épocas como Navidad, y evidentemente productos “agrestes” masillas, desinfectantes, aceites, polvos varios como el azufre. etc…

O sea que estábamos expuestos a todo, y la perfumería era nuestra escuela, allí aprendimos a espiar a las dependientas, una de ellas se gastaba un buen felpudo, arreglado y “guapu” de labios carnosos que se lo miraba de vez en cuando…, yo creo que ella  sabía que la expiábamos  y le gustaba…. Siempre fue una mujer de bandera…

También nosotros como jóvenes adolescentes estábamos expuestos a esas cosas del sexo, en alguna ocasión alguna  madura clienta, pues me recibí en medio deshabillé  y me provocaba  con algún que otro casual roce o caricia…. buena propina, y uno de iba asustado y pensando en lo que podía haber hecho … casi nada, pues nuestra imaginación y escuela  llegaba más bien a escasos haceres y conocimientos. Estamos hablando  de los años 70.

Los ataques sexuales, no eran frecuentes, pero los chicos de reparto en ocasiones éramos sometidos a tocamientos, así  como que no quiere la cosa.., aún tengo en el recuerdo   un piso de la noble calle de Marqués de San Esteban al que fui  a llevar un recado, tras picar un señor  me hizo pasar a la casa  y como estaba `pingando de la lluvia torrencial el  señor marido con la excusa de que estaba muy mojado y para secarme pues me condujo a la zona de servicio y tras los maniobras de secado   pues se empeñó en dejarme en paños menores… pues aprovechó para el consiguiente  tocamiento y rápido chupeteo de mi sexo mientras se  toqueteaba el suyo, tras ello el  viejo verde de rancio abolengo, me amenazaba con que sería despedido si decía algo…me llevó  luego ya vestido hasta la vetusta dueña para hacerle entrega del regalo,y tras  dejarme una más que buena propina e invitarme a visitarle, seguía con sus suaves amenazas… tras aquello evité ir a su casa  y se lo endiñaba al compañero un tal Federico…

Por lo demás era una vida que se podía decir que en buena parte se hacia al aire libre, dando pedales y disfrutando de los entornos gijoneses, sabiendo sus grandezas y miserias, cosa que se sabía  más bien cuando empezaban las temporadas de cobros, a veces te iban dando cantidades a cuenta, etc…  y te hablaban  y hablaban, y trataban de seducirte para que fueras menos insufrible a la  de presentar las excusas ante los jefes por no poder cobrar las facturas, como si uno tuviera posibilidad de hacer algo al respecto.. Con el tiempo ibas sabiendo moverte por estas junglas del debe y de haber.

En el trabajo debí durar unos dos años, porque como dije al principio, allí no había futuro para los hombres, y aunque siempre me gustó trabajar con perfumes y colonias, recuerdo con alegría cuando con Doña Consuelo ambos  nos dedicábamos a rellenar las grandes frascas de colonia a granel que además eran todo un espectáculo allí en medio de la tienda, torres de frascas con sus grifos y llenas de distintas esencias… Me hubiera gustado trabajar de perfumista… pero allí era imposible, y ese es un oficio extraño y raro.

Pero como digo, el futuro y la paga eran escasas, y al cabo del año pues el trabajo se compaginaba con la moratoria en regresar a la base, a la Droguería, digamos que  nos perdíamos entre  encargo y encargo en nuestros sitios favoritos, yo  por los garajes de bicicletas: Amieva, Cyclos Pin, Pinzales, de tertulia y oyendo al Tarangu y a Fuente…. y  mi compañero tenía otras aficiones más bien era aficionado a  los futbolines y billares… eso sí toda esa demora conllevaba  las consiguientes riñas de Doña Consuelo por emplear tanto tiempo en recorridos en los que se debía emplear menor tiempo… y así fue como desde aquí me fui a una de las empresas más significativas de la ciudad la fabrica de vidrio La Industria y Laviada.

Pero eso es ya otra historia

Chusi, el Moliñeru, fíu de Lola la del Chan

viernes, 23 de diciembre de 2011

FELIZ AÑO 2012



Varios "Moliñeros " os deseamos 

domingo, 18 de diciembre de 2011

Escenario fantasma

18.12.11 - 02:41 - NACHO CIUDAD |
En el desierto de Almería, un puñado de construcciones que emulan el Salvaje Oeste han sobrevivido al tiempo y al abandono de la industria del cine, mantenidas por varias empresas que montan espectáculos que recrean de forma fidedigna las peores películas del Spaghetti Western. Era eso, o dejar que se vinieran abajo. Desconozco si en los polígonos industriales de Gijón habrá que hacer en el futuro escenificaciones de cómo trabajaban los esforzados operarios pero, si nadie lo remedia, habrá que elegir entre ese uso o resignarse a que los amigos de lo ajeno los desmonten (más aún) por la noche, en cómodos plazos.

 Va tan mal la cosa que ni siquiera se fundan discotecas poligoneras de las de garrafa, hora feliz y espectáculos subidos de tono para captar las ganancias de los empleados de la zona.
Bromas aparte, no se entiende que una ciudad como Gijón esté dando la espalda al tejido industrial y más, cuando en Roces y Porceyo se ubican, sobre todo, pequeñas y medianas empresas, que son las que mantienen a flote la Economía, con mayúsculas, y sirven de contrapeso a bancos, agencias de calificación y otros ladrones por el estilo. 

Tampoco se entiende que se esté creando más suelo industrial (Tremañes, por ejemplo) mientras se deja que el que existe actualmente se marchite poco a poco. Me imagino que en este país, en general, seguimos teniendo el vicio de construir y construir sin reparar en que no vamos a ningún sitio si no mantenemos lo que ya hay.

Las cifras de ocupación, tráfico y empleo del conglomerado de Roces y Porceyo muestran una tendencia desoladora. Aún se está a tiempo de hacer algo, aunque estas medidas de apoyo, para los políticos, resultan poco apetecibles porque no lucen tanto ante la falta de vecindario que aplauda. Pero hay que hacerlas.