viernes, 13 de julio de 2007

Tremañes Escuela de Tolerancia

Hablábamos como solemos hacerlo los asturianos, con esa vehemencia que a ojo del foráneo da la sensación de que la sangre va a llegar de un momento a otro al río, sobre lo que para un joven doctor universitario y acérrimo nacionalista de extrema izquierda, le parecía estaba sufriendo al nacionalismo asturiano, y que él interpretaba, poco menos, que de un genocidio étnico y lingüístico.

Tal vez por el producto de las altas temperaturas del día, o por la libación de abundantes s “botellinas de sidra” asistimos varios adultos y entre ellos un adolescente recién salido de la niñez, a esa vehemente cosmovisión en la cual el nacionalismo asturiano sufría el cruel cercenazo a manos del imperialismo político de las fuerzas que hoy comandan esta tierra: PP Y PSOE, fundamentalmente.

Nuestro interlocutor hacía tal exposición, en base a los sacrosantos principios e íntimas convicciones nacionalistas, que según él eran agredidas por la simple idea de representar una militancia renovadora e inquietante.

Y fue curioso, porque si bien en un principio había comprensión y había empatía con relación a tales materias, que no nos eran extrañas ni desconocidas como habitantes y naturales de esta tierra, luego el debate se tornó agrio y de un balcanizado tono, que a pesar de la inmadurez del joven que asistía a la conversación, en su seno íntimo comprendía que aquello que se exponía no correspondía a esa realidad cotidiana y menos que aquellos adultos que le acompañaban pudiesen ser la viva representación de aquellos verdugos e inquisidores que pintaba el anfitrión, y como no podía ser menos el joven de 13 años algo le dijo al dirigente nacionalista para terminar dándose la vuelta, quedando de espaldas al docto profesor universitario que seguía relatando la durísimas y macabras persecuciones de que era objeto el nacionalismo asturiano a mano de los genocidas políticos asturianos de uno y otro signo político

Lo cierto es que asusta, que esa concepción se esté manejando y además se esté reproduciendo en nuestra juventud, fraguando un rencor de víctimas, que hace que determinadas gentes tiren hacia delante y se instalen en un “covadongismo político de extrema izquierda” y de un alto contenido étnico que puede terminar quién sabe cómo...

Es duro oír que eso pueda estar dándose en nuestra sociedad, pero ha sido toda una lección para poder aplicarme más aún en la defensa del multiculturalidad y la multiétnia, tal vez el haber vivido y convivido con andaluces, extremeños, portugueses, gitanos, y a una parte del lumpen gijonés que tuvo su refugio en Tremañes, (eso sí mientras otros territorios quedaban impolutos en su asturianía) te da una visión distinta basada en la cooperación, la tolerancia; y nuestras divisiones no estaban tanto en la “llingua”, esencia importante de identidad si se quiere, pero que no debe ser diferenciadora, ni clasista, y mucho menos debe producir una a sibilina aptitud de xenofobia étnica.

Tremañes ha sido la gran escuela gijonesa del multiculturalismo, mejor o peor llevado, por uno y por otros, pero ha sido una paraninfo donde aprendimos lo que era la represión sobre el lumpen, donde captamos la intensidad de aquellos que perseguían la integración societaria, más formal que profunda, pero que nos valía para seguir codo con codo, con unos mejor que con otros, pero con los que convivíamos en el día a día, en los espacios comunitarios, en los trabajos, en el abandono del que éramos fruto como territorio, motivo por el cual terminamos totalmente desvertebrados como sociedad, pues pasamos de ser una parroquia rural con cierta importancia, ahí esta la historia a un inmenso polígono industrial, tal vez todo ello a costa de la pérdida de un rasgo cultural tan importante de identidad como: “la llingua”, pero ello nos no pesa, si hemos conseguido el lauden de la tolerancia.

Hoy alguien nos puede tildar desde ese nacionalismo poco menos que de maquetos”, es pues posible que los rasgos de nuestra asturianía tal vez no estén en la lengua propiamente dicha, y sí en las construcción sintáctica o en otros dejes, o tintes de carácter, aunque eso en parte nos traiga al pairo; pero en cambio sí hacemos gala de la escuela y universidad de la tolerancia que fue la parroquia de Tremañes, donde mucho gijoneses se formaron y pudieron proyectar sus ideales societarios de multiculturalidad, y ese es el mensaje que debería reforzarse entre las gentes, en las parroquias, y entre nuestros jóvenes.

Opto por ese mensaje plural y tolerante y no ese espíritu de víctimas del “gran genocidio cultural que se ha realizado con Asturias” como exponía nuestro amigo, en parte porque tampoco es o ha sido así, de horrible y profundo; o al menos parte de mi generación no lo vivimos así de trágico, aunque de todo haya habido.

Pero no se puede hablar de genocidio e ir pregonando esa concepción extremista, porque es muy posible que ahora no lo veamos, pero terminemos creando la simiente de una potencial balcanización de nuestra tierra, y llenemos las mente de nuestros jóvenes de rencores y de pérfidas acusaciones que nos pueden pasar más adelante una cruda factura, muy dura y difícil de saldar .

No sé si a mi docto amigo se le había calentado la boca y el caletre, pero fue importante su perorata, porque dejó traslucir su “yo” más íntimo y profundo, y nos dejó atisbar por unos momentos un crudo camino sobre el que hay que reflexionar y dar solución en pro de convertirnos en una sociedad cada más tolerante, sin que por ello tengamos que dejar ni jirones de nuestra identidad, o malos resquemores históricos, sí para ello es bueno legislar sobre el asturiano, hagámoslo, pero evitemos que se asiente entre las futuras generaciones de asturianos, esa simiente del rencor y tengamos que arrepentirnos un día.

Es evidente que ha habido marginación de culturas y de pueblos, esperemos que alguien reflexiones sobre ello y tome las medidas oportunas y necesarias para evitar una balcanización que a veces cruza como rayo que no cesa nuestra tierra asturiana

Esperemos que así sea.

Victor Guerra