domingo, 2 de diciembre de 2007

La Parroquia de Tremañes, sus límites, y la imaginación



Para una parte de los naturales de la parroquia de Tremañes, aquellos neños de la generación del 50 al 60, siempre nos ha parecido que nuestra parroquia era extensa e inmensa, aunque hemos ido viendo como ésta se desmembraba, se partía, se dividía, y se repartían sus trozos por unos denarios, sin que a nadie pareciera importale el drama que ello producía en gentes y territorios.

¡ Qué lástima que no hubiera una Marcha Verde hace 30 años! Seguramente nuestra parroquia no tendría este desvertebrado aspecto de hoy.

Aquel territorio tremañense, cuna de decires gastronómicos como el “de Tremañes castañes”, o aquel otro más cruel y despectivo “en Tremañes males mañes”. Pues como digo, esa parroquia para los chavales de la época, estaba marcada y acorralada por el ferrocarril, omnipresente en toda la parroquia

Comenzaban para nosotros la parroquia, otra cosa es lo que digan los geógrafos y los papeles, allá por el Oeste, aunque la verdad es que no conocíamos los puntos cardinales, sino otros puntos como son los lindes de Fresno, linde que marcaba aquel viejo paso a nivel del ferrocarril de Aboño, aunque en esa parte había un raro territorio, una frontera rara y extraña, que era la que marcaba la imaginaria línea que va desde el Puente Seco de Veriña a la zona alta de la Picota, en medio queda el poblado de Lloreda, que nos parecía a los guajes de la época lo más de lo más, en urbanizaciones. Sobrinos, algunos nunca habíamos bajado aún a Gijón.

El Norte lo marcaba la frontera clara y rayana de la RENFE, que limitaba y ponía al territorio a salvo de invasiones, el puesto fronterizo lo constituía aquella vetusta estación de Tremañes, y su tenebrosa caleyina, donde los críos pasábamos más miedo que vergüenza. Más de una noche tengo cogido la vieja carretera la Calzada- Moreda, y doblar en la zona del Plano, por encima de aquel viejo bar con bolera y caminar hacia La Fuente, un buen rodeo si señor, y todo por el pavor que me daban los chupasangres de La Caleyina, y aquellos escabrosos sucesos que nos leían del periódico de El Caso.

Frontera esta que se remarcaba con la marcaba la famosa Quinta de Pepe “El Pintu”, o sea la finca de la Quinta Marina”, con el paso a nivel del El Plano, y aquella cantinela de las madres ¡Cuidado y mucha atención al cruzar la vía! Aquel viejo paso con aquellos molinetes que eran deleite de los guajes y riña diaria por parte del personal ferroviario, custodio del paso con barreras. Aquel lugar, camino del Asilo Pola y de la Academia de D. Paco del Natahoyo, era donde se producían espantosos atropellos ferroviarios, que por aquellas kalendas se daban con tanta frecuencia, o eso nos parecía a nosotros.

El Sur lo marcaban por un lado las aldeas de La Muria y La Picota, pero no eran territorios que nos gustasen para corretear, tal vez nos daba miedo aquella especie de gueto humano que allí se estaba estableciendo, mezcla de etnias y lumpen., sin embargo el territorio de la Dehesa lo teníamos controlado Nuestra frontera aunque la marcarse otro ferrocarril como el Carreño con la Sra. Marina, una poderosa y madura guardesa, de amplias ancas y pechera. La vía de Langreo, también corrí paralela a la divisoria de Este, limite a veces más virtual que real, nosotros nos saltábamos ambas y considerábamos como territorio natural y propio el Monte de la Mortera, ese mismo donde se encontró la estela dedica a la diosa romana de la salud: la Fortuna Balnearia.

Aunque para nuestras infantiles mentalidades ese monte, en el que disfrutábamos como locos, era cuna y refugio de extraños maquis y depósitos de escondidas armas, y escenario de cruentas batallas y secretos inconfesables.

La Braña era un territorio lejano donde vivía un pariente: Avelino “El Perrisulu”.,Era un antiguo puesto avanzado, casi desgajado del resto de la parroquia, pues estaba por encima de la línea ferroviaria, era como digo, el antiguo puesto centinela cuando uno tomaba aquella larga recta de la Vizcaína que luego viraba para meterse por entre medias de la fábrica de Moreda, autentico tapón urbanístico, hacia El Plano.

Esos eran nuestros límites, nuestros campos de batalla, lugares de juego y correrías que se desarrollaban entre “caseríes” y quintanas, e incipientes urbanizaciones, perdidas entre leyendas que han caído en el olvido, como aquellas “quintas” donde parece que se alojó en su día Sagasti.

Lo que son las cosas, hoy las fronteras las marcan los polígonos y las carreteras, y se han reducido nuestras amplias confines:. Lloreda es la frontera Oeste, el último bastión habitado y que constituye con la última acción de Sopgesa en una auténtica isla desgajada del resto de la parroquia, la otra frontera con la Calzada lo sigue marcando la RENFE con un apeadero que ha perdido su viejo nombre que era Tremañes, ahora se denomina La Calzada. Y con tal cambio desaparecimos del mapa y nadie dijo ni pío.

La Braña y el Plano siguen siendo más que frontera, territorios testigos desfigurados de lo que fue este territorio, y como ya nos sabemos donde queda el Norte ni el Sur, hablamos de otros límites como el que marca la Autopista, que ha cercenado territorios y sueños, y enjaulado más si cabe a esta parroquia de romanos, y viejas huestes obreras, entre las que no cupo tener a Belarmino Tomás.

Y para finalizar darle las gracias A Xurde Morán. por ayudarnos a recobrar la memoria y parte de nuestro patrimonio.

Víctor Guerra García