martes, 20 de diciembre de 2022

 

LA CONDENA DE SISIFO  COMO FONDO


Hay una generación, o al menos lo pienso así, que si no encarnamos el mito de Sísifo desde el momento de nacer, poco nos ha faltado, porque esa sensación de estar condenados a subir cada día la gran piedra de nuestra propia peripecia existencial hasta la cima de no se sabe dónde,  es algo muy común entre algunos supervivientes de aquellos lejanos tiempos y aquellos legendarios territorios.

Esa sensación prometeica que deviene tras el inocente tránsito de la infancia nos llega de forma contundente en la adolescencia, momento en a uno le va quedando cada vez más clara esa sensación de encarnar de algún modo una especie de pecado original o condena que se ha prefigurando a medida que uno tiene conocimiento y se identifica con la figura de Sísifo o de Prometeo.

Y eso es lo que nos revela a modo de trasfondo este natural de Tremañes: Aurelio Peláez Moran en su novela La Derrota de Sísifo, al menos es lo que a mí me dejó como poso tal lectura.

Estamos ante una extraña novela que en un momento dado se convierte en una especie de diario mediante lo cual el autor hace un balance psico filosófico al periplo existencial que le tocó vivir, con claves muy definidas y definitivas en la historia de España: La Escuela , la Vida; Ganadores y perdedores, la libertad y el más allá; Modernidad líquida, y la falsa izquierda y la política y el marqueting.. el infantilismo y la dsesmesura emocional.... pinceladas y recetas para el análisis.

Aurelio Peláez, no toca de oído, pues si el lector tiene una cierta edad comprobará que el relato no es producto de la imaginación o de distintas lectura, sino que proviene de una ruda praxis generacional, que se puede enmarcar en la década de los 80, cuyo relato aporta claves para entender ese período y los demonios que cada uno lleva dentro, por eso resulta tan fácil identificarse con los personajes y su peripecia vital.

Resulta curioso, porque no sé sí es porque somos casi que de la misma época, algo más viejo el que suscribe, o porque hemos nacido en la misma parroquia: Tremañes, territorio muy singular y peculiar en cuanto a su poblamiento, donde se mezclaba a parte iguales las distintas clases sociales: agricultores, obreros, empleados, con  aquella otra caterva de inmigrantes huidos de los terruños sureños y que en grandes arribadas llegaba a territorios como La Dehesa a establecer su chabolas, lo que hoy se denomina entre los burócratas del lenguaje buenista como infravivienda, aunque más lo era la de aquellos otros que no llegaban en patera, sino a pie desde las profundas tierras portuguesas de Tras os Montes a nutrir la panza de la inmensa ballena del inframundo social de Villacajón: portugueses, gitanos, mercheros, y quinquis de muy distinta calaña, era la molienda de un tardofranquismo que había devorado a buena parte de sus hijos.

Esa fue nuestro entorno, la escuela la formó esa especie de espejo en que nos miramos y nos devuelve esos viejos recuerdos que contrastan tanto cuando los políticos de turno nos hablaban del futuro, del bienestar, de la asturianía, del porvenir, de la igualdad, etc.

No es que Aurelio nos narre esa época, o describa a parte de esas gentes y esos territorios, no lo hace, porque él sitúa su novela en dos míticos lugares como Nortán y Cadaval, no tan lejanos de Tremañes, pero con ello pone a salvo a sus  personajes, para darles cierta independencia del  territorio y sus circunstancias, pero no por ello dejan de llevar esa eterna piedra prometeica que les marca la existencia tanto a Marina, como a Jorge o a Eugenio, o al propio Ricardo o a Elena, los desmarca de ese territorio que el autor lleva en la retina, pero describe de forma diferirá la formidable y peculiar síntesis  existencial que le tocó vivir.

Es en definitiva una novela de confesiones intimas y existenciales, y un repaso a la agenda política y social del momento que enmarca el quehacer de los personajes, a los cuales uno puede poner nombre y apellidos.

 En fin, una novela que no se cae de las manos y que hace difíciles equilibrios para mantener al lector sujeto a sus páginas, sabiendo de antemano que la derrota de mito de Sísifo ya está decantada desde hace siglo, su aburda condena como lo es en parte la admisiòn de su porpio estadio.

Gracias querido autor y vecino.

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El Autor: Aurelio Peláez Morán (Gijón, 1959) pasó su infancia y adolescencia en la parroquia de Tremañes, encrucijada de vías y caminos que se debatía entre el ritmo bucólico, pausado y atávico de lo rural, y el frenesí industrial que imponían las sirenas de las abundantes fábricas.

De familia obrera y represaliada, aprendió a sobrellevar la piedra de Sísifo, estudió en el instituto Jovellanos y se hizo primero maestro de inglés y luego licenciado en Filología y Filosofía. El ejercicio de la docencia lo llevó a León, Asturias, Francia, Suiza y de nuevo a Asturias, donde concibió esta primera novela, cuya trama se desarrolla en un territorio entre lo imaginario y lo real. La obra intenta aportar algo de aliento a un Sísifo agotado y a punto de abandonar su milenaria tarea.

 Detalles del Libro

  • ISBN/13: 9788411555760
  • Número de Páginas: 246
  • Tamaño: 150 X 210 mm
  • Encuadernación: Tapa blanda con solapas
  • Año de publicación: 2022
  • Editorial: Grupo Editorial Círculo Rojo SL
  • Categoría: FICCIÓN MODERNA Y CONTEMPORÁNEA

Victor Guerra 

domingo, 27 de noviembre de 2022

LA DERROTA DE SÍSIFO de mano de un tremañense


No parece  que la parroquia de Tremañes de buenas a primeras haya visto nacer en en sus predios muchos autores, aunque escarbando si que aparecen algunos como esta de última generación: Aurelio Peláez Morán (Gijón, 1959) pasó su infancia y adolescencia en la parroquia de Tremañes, encrucijada de vías y caminos que se debatía entre el ritmo bucólico, pausado y atávico de lo rural, y el frenesí industrial que imponían las sirenas de las abundantes fábricas. 

De familia obrera y represaliada, aprendió a sobrellevar la piedra de Sísifo, estudió en el instituto Jovellanos y se hizo primero maestro de inglés y luego licenciado en Filología y Filosofía. 

El ejercicio de la docencia lo llevó a León, Asturias, Francia, Suiza y de nuevo a Asturias, donde concibió esta primera novela, cuya trama se desarrolla en un territorio entre lo imaginario y lo real. La obra intenta aportar algo de aliento a un Sísifo agotado y a punto de abandonar su milenaria tarea.

Su novela que no conozco aún presenta esta sipnosis:

La derrota de Sísifo recrea las siete últimas décadas de la Historia de España a través de la vida de unos personajes corrientes, que encarnan, con sus vivencias y sensaciones cotidianas, la realidad de un mundo vertiginoso, en el que reconocer la inutilidad de la existencia solo produce desilusión y desconcierto. Desde la consciencia de que el tren que se ha perdido no vuelve y de que el próximo no será el mismo, los personajes sobreviven a la dureza del día a día con el sueño de una nueva oportunidad y con la incertidumbre propia de quien se enfrenta al orden lineal de la vida y va dejando atrás renuncias que refuerzan la frustración ante un final inexorable. Recuerdos de la España gris que, a pesar de la esperanza que supuso la transición, ha desembocado, con su propio caos, en el océano de esta civilización deshumanizada, que se desmorona en medio de un nihilismo en el que el esfuerzo y la voluntad infinita de Sísifo resultan una quimera. 

ISBN/13: 9788411555760  Num. Páginas: 246   Tamaño: 150 X 210 mm  Encuadernación: Tapa blanda con solapas  Año de publicación: 2022  Editorial: Grupo Editorial Círculo Rojo SL Categoría: FICCIÓN MODERNA Y CONTEMPORÁNEA

lunes, 19 de septiembre de 2022

Tremañes honra a Cándido Viñas

 


Tremañes honra a Cándido Viñas: «Era muy querido por todos»

Su familia y amigos, la Red Ignaciana y los antiguos alumnos de la Laboral despiden al cura obrero con una misa de acción de gracias

MARÍA AGRAGIJÓN.

La parroquia de San Juan Bautista recordó ayer en una misa de acción de gracias organizada por la Red Ignaciana de Asturias al que fuera su párroco durante más de cuatro décadas, Cándido Viñas, fallecido el pasado 5 de agosto en su pueblo natal Villagarcía de Campos (Valladolid). Conocido por su gran labor comunitaria y de mejora de las condiciones de vida del barrio, sus vecinos relatan que Cándido «era un hombre muy querido por todos».

La iglesia estaba abarrotada de personas. Nadie quiso perderse este tributo colectivo póstumo al cura obrero que hizo de Tremañes «un lugar mejor para todos». Acudieron su familia y vecinos, la comunidad parroquial, la Compañía de Jesús y los antiguos alumnos de la Universidad Laboral, espacio en el que impartió clases durante un tiempo. Todos destacaron de él su cercanía y cariño hacia quienes le rodeaban, «siempre te sentías a gusto con Cándido», manifestó su vecino Jesús Álvarez. A título personal, el actual párroco del barrio, Jesús Ángel Fernández, quiso señalar el profundo gozo que sentía «de haberle pertenecido y que él nos haya pertenecido».



Fue una eucaristía muy emotiva en la que no faltaron palabras de agradecimiento y celebración hacia la figura de Viñas, como las que le dedicó Manuel Nevares, presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos de la Universidad Laboral: «No era una persona de lecciones magistrales, pero tenía una oratoria vital impresionante. Qué suerte tuvimos los que cruzamos nuestras vidas con la de Cándido». Y es que Viñas fue una persona trascendental que cambió el barrio completamente. De la mano de la asociación vecinal, contribuyó a la construcción del colegio, el centro social y al asfaltado de caminos, entre muchas otras labores de conciencia vecinal.

La misa se celebró ayer porque, por motivos sanitarios, los vecinos y la comunidad parroquial no pudieron desplazarse hasta la localidad vallisoletana para el funeral de Cándido, así que decidieron organizar este homenaje de despedida en septiembre.

martes, 2 de abril de 2019

Un parque para Sendo Paniagua en Tremañes como homenaje

Un parque para Sendo  en Tremañes  como homenajea a Rosendo Paniagua del Pozo, su líder vecinal hasta su fallecimiento, en enero de 2015

J. M. Ceínos 02.04.2019 | 02:41 LA NUEVA ESPAÑA


A la derecha, Pilar Nieto Alonso, viuda de Rosendo Paniagua del Pozo, con familiares, en el momento de descubrir la placa en homenaje y recuerdo de su marido. MARCOS LEÓN
Rosendo Paniagua del Pozo falleció el 4 de enero de 2015. Tenía 73 años de edad y buena parte de ellos los dedicó a la Asociación de Vecinos "Evaristo Valle" de Tremañes, primero como vicepresidente de su junta directiva y durante ocho años como presidente. Como otros muchos formó parte del destacado movimiento vecinal de la ciudad que luchó para mejorar las condiciones de vida de los gijoneses, especialmente de los barrios.

Desde ayer, a las doce y media del mediodía, la mejor zona verde de Tremañes lleva su nombre, tras descubrirse una placa que recuerda al líder vecinal. Varios concejales del Ayuntamiento de Gijón acudieron al acto para acompañar a la viuda de Rosendo Paniagua, Pilar Nieto Alonso, y a sus hijas Pilar del Carmen y María Teresa, y nietos. "Siempre trabajó por la mejora del barrio", afirmó el concejal Manuel Arrieta, quien representó a la alcaldesa, Carmen Moriyón, en el acto, que congregó en el ahora parque de Rosendo Paniagua del Pozo a numerosos vecinos de Tremañes.

Carmen Fernández habló en representación de la Asociación de Vecinos "Evaristo Valle" para señalar que Rosendo Paniagua, popularmente Sendo, fue un hombre que luchó para conseguir lo mejor para Tremañes, entre otras cuestiones el parque que lleva su nombre desde ayer.

La viuda del líder vecinal cerró el acto dando las gracias a los presentes y lamentando que su marido "no pueda ver la transformación del barrio" gracias a su declaración como "barrio degradado". Luego, los familiares de Rosendo Paniagua retiraron la bandera de Gijón que tapaba la placa que da nombre a la zona verde, en la que se puede leer: "La ciudad de Gijón recuerda a quien presidió la Asociación de Vecinos Evaristo Valle de Tremañes durante 8 años. Fue un luchador incansable que solo buscaba el bienestar de su vecinos. El barrio que nos legó lleva su huella, en cada rincón, en cada acera, en cada espacio. Su legado permanecerá para siempre en estos jardines que él mismo impulsó con su natural convicción y determinación"

miércoles, 3 de octubre de 2018

Tremañes pìerde al entrañable cura Cándido Viñas

El jesuita Cándido Viñas se despide de Tremañes tras 40 años como párroco

"Me voy muy triste, pero con la gente del barrio en mi corazón", asegura uno de los primeros sacerdotes obreros de Gijón en su última misa

01.10.2018 | 03:32
El jesuita Cándido Viñas se despide de Tremañes tras 40 años como párroco
Cuando Cándido Viñas llegó a la parroquia de Tremañes en 1973 como colaborador del recordado José María Díaz Bardales poco podía imaginar que se iba a quedar en entres sus gentes durante más de 40 años. Y tampoco podía sospechar que se iría del barrio "muy muy triste", con los 84 años ya cumplidos, a cubrir la última etapa de la vida a la Villagarcía de Campos que lo vio nacer, allá en la llanura de Valladolid. Y es quela vida le ha pasado al sacerdote jesuita "como un suspiro", y la hora de la jubilación le ha llegado casi sin querer, envuelta eso sí en múltiples capas de agradecimiento.
Sus parroquianos quisieron brindarle ayer, con motivo de la misa dominical, el homenaje que se merecía, tal cual es él: sencillo y emotivo. No hubo grandes fastos ni grandes regalos, pero le entregaron el mejor de los presentes: el cariño concentrado de decenas de fieles apiñados en el templo de San Juan Bautista para ofrecerle un largo aplauso en pie, resumen de lo que se merece toda una vida de entrega y dedicación. "Me llevo lo mejor, que es la gente de Tremañes en mi corazón",aseguraba antes de oficiar la misa entre besos y abrazos de los suyos, los que lo consideran "de la familia, porque Cándido siempre ha estado presente, en las bienvenidas y las despedidas", como quiso reconocerle una feligresa.
"¿Qué queréis que os diga ahora?", interpeló el sacerdote en la homilía, visiblemente emocionado, antes de recordar los pasos que fue dando en la vida antes de llegar a Gijón como uno de los primeros curas obreros de la ciudad, de esos que dejan huella a base de trabajo y sintonía con el pueblo. "Me voy de vuelta a Valladolid, a una casa de la Compañía de Jesús en el pueblo en el que nací, en el que pasé la niñez y algunos años de mi juventud", relató Viñas en su intervención, antes de recordar cómo completó su formación con los jesuitas como maestro en la Universidad Laboral a principios de los años 60. De las aulas se incorporaría al tajo: "pasé unos años en La Felguera y Sama, en La Agüeria, detrás de la iglesia", y de allí, de nuevo a Gijón, para echar tres años trabajando en el Dique de Duro Felguera "con un permiso especial del entonces cardenal Enrique Tarancón".
De todos los años como párroco en Tremañes, cargo al que accedió en 1980, después de un periodo de formación y colaboración con Bardales, "no me arrepiento de nada de lo que hice", confesó en el púlpito. "Siempre he querido contar con los demás, hay que estar cercano para que entre todos hagamos un mundo mejor", rememoró ayer quien también trabajó como recogedor de basura "cuando la basura se echaba a mano en el camión", y quien siempre estuvo a pie de calle, echando una mano en una obra o tomando un vasín con los parroquianos porque esa era la mejor forma de sentirse uno más y palpar de cerca los problemas.
"Hoy os digo muchas gracias y no lo digo por quedar bien; os pido perdón si alguna vez metí la pata, aunque no tengo conciencia de haberlo hecho, y también os pido disculpas si por la calle no os saludo, porque veo muy mal", contó a sus feligreses antes de concluir la homilía asegurando que "me voy muy triste porque me marcho de Asturias, me marcho de Gijón y me marcho de Tremañes; volveré a visitaros".
Nada más pudo añadir Cándido Viñas porque lo interrumpieron los aplausos de la concurrencia, puesta en pie y emocionada. Y como la ocasión lo merecía, muchos parroquianos quisieron tomar la palabra para dedicar unas palabras de agradecimiento a su párroco. El primero fue el concejal de Obras, Manuel Arrieta, quien resaltó "la gran importancia que ha tenido Cándido para Gijón; siempre buscando la mejora de los ciudadanos".
Luis Manuel Flórez, Floro, responsable de Proyecto Hombre, quiso dejar claro que Cándido "ye un paisano tal y como se entiende en Asturias, que nació en Castilla pero es gijonés, del Sporting y de Tremañes de adopción, comprometido con el pueblo obrero desde el primer momento". "Hay una soldadura entre Cándido y Tremañes y es muy extraño romperla", continuó Floro, quien afirmó que "es como que no nos creemos aún que se jubile y que se vaya a ir, porque es una institución, un referente para luchar por lo importante, un hombre lleno de ternura, de sencillez, un hombre de fe que verdaderamente nos acerca al reino de Jesús. Pero la vida se impone y volverá a su tierra, y nosotros recordaremos siempre la buena persona que es".
Varios feligreses más quisieron dar las gracias también por "aportar su compromiso, su dignidad y por acogernos siempre" por "dar siempre prioridad a las personas y sus necesidades". Cándido Viñas, abrumad por las muestras de cariño, no pudo más que mirar al suelo con humildad y asentir dando las gracias como es él. Con sencillez y naturalidad.

martes, 1 de mayo de 2018

La gasolinera de Tremañes un referente femenino a nivel nacional

Isabel Fernández, Mayte Murillo, Gely González y Dely Aller, en la estación de Tremañes. / HUGO ÁLVAREZ

Isabel Fernández, Mayte Murillo, Gely González y Dely Aller, en la estación de Tremañes. / HUGO ÁLVAREZ

Han estado un lustro figurando entre las cinco mejores de España y en 2013 y 2015 se colaron también en el ránking mundial de su empresa

LAURA CASTRO GIJÓN.Martes, 1 mayo 2018, 04:14

Son un equipo y esa es justamente la clave de su éxito. Transmiten compañerismo y ganas, muchas ganas de trabajar. Gely González, Mayte Murillo, Dely Aller e Isabel Fernández llegaron a la gasolinera de Tremañes después de sufrir el paro tras media vida dedicadas a la hostelería, la recepción de hoteles y la venta de muebles. «Parece que cuando cumples los cuarenta y eres mujer te conviertes en una persona inútil para el mercado laboral», cuenta Isabel.

Por eso, se consideran afortunadas de haber encontrado un empleo en el que se sienten valoradas y del que disfrutan cada día. El mérito se lo otorgan por completo a Maribel Fernández, su jefa. «Ella es el pilar de este equipo. Apostó por nosotras en una época en la que nadie más lo hacía», indica Dely. Les dio trabajo a pesar de que carecían de experiencia en el sector y el tiempo apoyó su decisión.

«Son muy eficientes y el trato es inmejorable. Se nota que son una piña», dicen los clientes

Juntas, en equipo, han llegado a permanecer durante un lustro, desde 2011 y hasta 2015, ambos incluidos, en el Top 5 de las mejores gasolineras Shell de España. Y no contentas con eso, se llevaron dos veces el premio gordo, en 2013 y 2015, cuando se convirtieron en la estación más eficiente del ámbito nacional y una de las mejores del mundo. Ahora, al desaparecer la autopista del mar, el flujo de camiones bajó mucho y con él las ventas de la gasolinera de Tremañes. «Nos ha pasado a todas las estaciones, no hay tanto tráfico como antes, pero trabajamos todos los días por mejorar nuestras cifras», señala Isabel.

En el grupo de la estación de Tremañes las jerarquías son practicamente inapreciables, pues tienen una filosofía que siguen a rajatabla. «Todas arrimamos el hombro. La jefa no nos tiene que decir lo que tenemos que hacer porque lo sabemos de sobra y lo hacemos sin que nos lo pida. Ella también colabora mucho y cuando nos ve más apuradas sale a pista y nos ayuda a cobrar a los clientes en la caja», asegura Gely. Ahora que Maribel está de baja la echan de menos más que nunca. «Es el alma de esto. Ya le dijimos que estamos huérfanas sin ella», apunta Mayte.

Actualmente tienen un refuerzo masculino por la baja médica de la jefa de la estación
Para suplir en la medida de lo posible, su ausencia han buscado refuerzos. Esta vez masculino. Luis García, quien cuenta con experiencia en otras estaciones de la marca, llegó hace apenas dos semanas y desde el principio se sintió como en casa. «Me acogieron muy bien y estoy muy a gusto. Se nota que son un equipo, en otras estaciones no hay el compañerismo que hay en esta. 

Todos arriman el hombro y no dejan tareas pendientes para el cambio de turno», explica. Asegura que prefiere trabajar con el equipo femenino de Tremañes que con otros, pues «son más ordenadas, meticulosas y no dudan en ofrecer su ayuda cada vez que lo necesitas». Los clientes las tienen en buena estima. «Con muy eficientes y el trato es muy bueno, yo diría que inmejorable. Se nota mucho que son una piña. En esto hacen falta más mujeres», indicó el camionero Javier González.
Sin discriminación
Aseguran que nunca han sentido discriminación por parte de los clientes. Al contrario, «todos nos envidian por lo felices que se nos ve trabajando, pero ya saben que si no son mujeres aquí no encajarían», bromea Isabel. Abren hasta las 23 horas, pero a partir de las 21.30 de la noche dejan de salir a pista y solo atienden en ventanilla. «La empresa nos obliga a hacerlo así por seguridad y lo agradecemos. Estamos en un polígono y por las noches no hay apenas tráfico», indican. Aun así, están «tranquilas», pues saben que siempre hay algún policía controlando la zona. «Nunca hemos vivido ningún episodio desagradable, por suerte», apuntan y añaden que «la relación con los clientes y los trabajadores de la zona no puede ser mejor».









viernes, 16 de febrero de 2018

Uno de Tremañes: Avelino González Entrialgo, mito libertario a su pesar

De este paisano libertario, natural de Tremañes , ya he hablado alguna vez, hace 10 años, Hoy la Revista ATLANTICA XXI , nos ofrece un testimonio más completo


Sergio Montero Fernández / Autor del documental sobre la Revolución del 34 “Los labios apretados”.

Si se pudiera elegir un personaje histórico para que relatase la historia de la luchas sociales en Gijón y en Asturias, habría que pensar en Avelino González Entrialgo, porque cuando se analiza la historia social y las luchas obreras en Gijón, desde comienzos del siglo XX hasta 1937, resulta imposible no encontrarse con él. Es una figura fundamental que siempre está presente. Participa en la huelga revolucionaria de 1917, la campaña contra la pena de muerte, la huelga de brazos caídos de 1931, la Revolución del 34 y la Guerra Civil española.

En cierta ocasión la revista venezolana Ruta le solicitó unas notas biográficas para publicar una semblanza suya. Su respuesta textual fue:“Militante libertario desde 1914 en Asturias. Poco conocido pues su actividad fue solo en su Sindicato Metalúrgico de Gijón. Escribió solo algunos artículos y nunca fue hombre de tribuna. Representó a su regional en el Comité Regional durante la guerra”. Con esta escueta respuesta solventaba Entrialgo toda una vida dedicada al movimiento obrero y a su organización sindical, la CNT. Su modestia en la contestación deja traslucir parte de su personalidad y refleja la vieja idea de los libertarios contraria a generar mitos y héroes.

Entrialgo nació en 1898 en el seno de una familia obrera gijonesa. Sus primeras letras las aprendió en la Escuela Neutra de Gijón, entidad laica dirigida por Eleuterio Quintanilla, que seguía la doctrina educativa de la Escuela Moderna de Francisco Ferrer i Guardia. A los trece años ya le tocó arrimar el hombro en casa y ponerse a trabajar en la Fábrica La Industria, dedicada a la producción de vidrio. Allí comienza su andadura sindical y política de la mano de sus compañeros.

Allá, por el verano de 1913, le tocó participar de aquellas controversias improvisadas que en las barriadas gijonesas se producían casi a diario y aun más animadas los domingos en el Centro Obrero de la calle Cabrales. Los trabajadores anarquistas y socialistas discutían esgrimiendo argumentos de una y otra tendencia que la prensa obrera semanal exhibía. Sin embargo, aquellas discusiones que estimulaban al estudio, a la superación, adquirían a veces cierta acritud; pero el acaloramiento se disipaba como pompas de jabón cuando se hacía necesario apretar filas porque a las Sociedades de Moldeadores, de Albañiles, de Metalúrgicos o de Carpinteros -“El Modelo”, “El Progreso”, “La Constructiva”, “La Cosmopolita”- les llegaba el instante de plantar cara al enemigo común, la patronal de Gijón. Los chavales presenciaban aquellos torneos dialécticos pero su complemento ideal era la práctica en la lucha, la huelga que a todos curtía por igual.

De aquel contraste de opiniones, de aquel diario batallar por la consecución de mejoras de toda índole, en el taller, en la obra, en la higiene de los barrios, iban surgiendo nuevos sindicalistas que inyectaban pujanza al movimiento sindical de Gijón. Ese fue el camino de Avelino. Aquella juventud fue transformándose en una madurez de luchadores constantes y tenaces que vino a confirmarse poco después, en agosto de 1917, fundiéndose en un haz revolucionario todos los trabajadores y celebrando multitudinarias asambleas en las praderas cercanas a Gijón, en las que se escuchaban informes y se fijaba el rumbo a seguir. Había un constante trajinar de los jóvenes por el barrio de Tremañes en busca de refugio nocturno para los compañeros que ostentaban cargos y, perseguidos por la policía, precisaban cambio diario de “pensión”.

La huelga revolucionaria de 1917 supuso un aprendizaje a marchas forzadas y un anticipo de lo que vendría 17 años después.

La dictadura con rey establecida por el general Primo de Rivera declara la guerra a la CNT, ilegalizándola y cerrando sus locales y periódicos, convirtiéndola en un núcleo pequeño y clandestino, pero vigoroso. A pesar de ello Entrialgo se convirtió en uno de los grandes activos del movimiento obrero gijonés, participando regularmente en mítines en las casas del pueblo, en ateneos, en sociedades de oficio. Ya se perfilaba como uno de los activistas más visibles para la organización gijonesa, junto con su inseparable José María Martínez.



Un año de gran agitación en los medios obreros internacionales por la campaña contra la pena de muerte de Saco y Vanzetti fue 1927. La impresionante campaña de solidaridad internacional, con la flor y nata de la intelectualidad europea, también llegó a Asturias, donde Entrialgo se convirtió en uno de los principales agitadores contra la pena capital, participando en todos los mítines celebrados, Turón, Sama, Mieres… A finales de abril el periódico El Noroeste de Gijón abre portada con “La tragedia de Massachussets: Nicolás Saco y Bartolomé Vanzetti a la silla eléctrica”. A renglón seguido: “Debe pedirse el indulto el 1 de Mayo”.

Desde La Asamblea de la Construcción de Gijón y el Comité del SUM (Sindicato Único de Mineros de Asturias) salen telegramas dirigidos a la embajada norteamericana pidiendo el indulto para los italianos condenados. “Embajador de Estados Unidos, Madrid. Rogamos haga llegar presidente Coolidge anhelos infinidad de trabajadores pro-indulto Saco y Vanzetti”.

La Alianza Obrera Revolucionaria
Los primeros pasos para la formación de la Alianza Obrera en Asturias partieron de los cenetistas presos en la cárcel de El Coto de Gijón a raíz del movimiento revolucionario que la CNT impulsó en España en diciembre de 1933. El 28 de enero de 1934 los presos envían una carta al Comité Regional de CNT, instándole a tratar de buscar un acuerdo con la UGT.

La CNT encargó a una comisión formada por José María Martínez, Segundo Blanco y Avelino González Entrialgo la tarea de iniciar los contactos con la UGT para proponer la formación de la Alianza Obrera en Asturias, el 9 de marzo de 1934. Finalmente Segundo Blanco sería reemplazado por Horacio Argüelles:

“El día 31 (de marzo), sábado, a las siete de la tarde quedábamos reunidos, en una habitación de casa Manfredo, Bonifacio Martín, Graciano Antuña, José Mª Martínez, Horacio Argüelles y Avelino G. Entrialgo.

Firmó por la UGT Bonifacio Martín, por la CNT nosotros tres y por la Federación Socialista Asturiana Graciano Antuña. Cada representación estampó su respectivo sello al pie de la firma y el Pacto se firmó por duplicado llevando un original Bonifacio Martín y Graciano Antuña y el otro nosotros”.

Entrialgo, venciendo las reticencias mutuas existentes en ambas centrales sindicales por años de enfrentamientos, fue sin duda alguna, junto con Antuña y J. Mª. Martínez, uno de los grandes valedores de esta alianza obrera revolucionaria, cuyo primer objetivo decía: “Las organizaciones firmantes de este pacto trabajarán de común acuerdo hasta conseguir el triunfo de la revolución social en España, estableciendo un régimen de igualdad económica, política y social fundado sobre principios socialistas-federalistas”.

Este pacto firmado en Gijón buscando la unidad obrera marcaría un hito en la historia de las luchas sociales en España. Por primera vez los trabajadores marchaban unidos hacia un objetivo común, la revolución social. Esta alianza, que quedó inmortalizada con el grito UHP (Uníos Hermanos Proletarios), llevaría todo el peso de preparación y dirección del movimiento revolucionario que finalmente tuvo lugar en octubre de 1934. También serviría de faro a la postura que tomaron los trabajadores y centrales sindicales en España ante la tesitura del golpe de Estado que desencadenó el general Franco en julio de 1936. Las tres letras UHP volvieron a agitar las ansias revolucionarias en España.

Avelino se revela como el mediador sensato, con visión de futuro, que estima superable lo que divide a las fuerzas obreras en favor de la unidad. Una de sus principales características fue su gran capacidad organizativa y su resuelta idea de unificar a las fuerzas obreras para luchar de manera conjunta, dentro y fuera de su organización.



Revolución, guerra y exilio
Las figuras más destacadas en la dirección del movimiento revolucionario del 34 en Gijón fueron José Mª Martínez y Avelino G. Entrialgo. En un momento dado, Martínez abandona las labores de coordinación del movimiento para dedicarse exclusivamente a la lucha fusil en mano, cosa que llevaba esperando toda su vida, como emocionadamente comenta a Entrialgo en una barricada del Llano. Quedando así Entrialgo como persona de referencia junto a otros miembros del comité como Ramón Álvarez Palomo, J. Pardo o Acracio Bartolomé.

Cuando el Tercio ya desfila por Gijón, el comité acuerda una reunión detrás del cementerio de Tremañes. No puede acudir casi nadie, tan solo Entrialgo y Florentino Margaride, que quedan encerrados en esa zona del extrarradio de la ciudad sin poder moverse ya y sin posibilidad de huir a La Felguera, como pudo hacer el resto del comité. Aquella noche duerme en Mareo en una tenada cerca de casa de Lalo el Nietu y a partir de ahí pasa a la clandestinidad. Se esconde en Asturias durante ese invierno hasta que un mercante le traslada a San Sebastián y llega a París en el primer trimestre de 1935, dejando en su tierra a su compañera Oliva y a sus dos hijas Libertad y Acracia.

En París, se reúne con otros exiliados como Ramón Álvarez Palomo, José Tourman, Luis Meana, Terio, Nelín, Pepín, Horacio Argüelles, Roberto, Lino, Avelino Martínez, Jesús del Río, Canal…

Las preciosas cartas entre Oliva y Avelino y entre éste y otros compañeros como Horacio Argüelles o Alfredo Díaz reflejan la dureza y el agobio de la vida en París. En el exilio, sin posibilidad de trabajar por su condición de extranjero y por la crisis que afecta al país, malvive bajo el auspicio del Comité de Emigrados Españoles, entidad que ayuda económica, judicial y socialmente a los exiliados. Este comité en julio de 1935 solo repartía ya 60 francos por persona. Un viaje en metro costaba 1,40 francos y una cajetilla de tabaco 2,5.

Consigue contactar con su prima Carmen, residente en Bruselas, y así evita el indeseado viaje a Rusia que ya habían planeado en el café St. Michel de París sus amigos Horacio Argüelles y Fernando el barbero. Para esa fecha Luis Meana, Roberto y G. Antuña ya se encuentran en Mosen (Rusia).


González Entrialgo en 1967 en Venezuela, donde moriría 10 años después.

Vuelve del exilio por Barcelona en febrero de 1936 y poco le durará el reencuentro con su amada Oliva y sus hijas. El golpe de Franco le obliga a asumir responsabilidades, primero en Gijón como secretario de movilización del Comité de Guerra. A partir de octubre integra el Comité Nacional de la CNT como secretario de la sección militar, primero en Madrid y luego, cuando el Gobierno huye, en Valencia. En los últimos compases del conflicto, el 5 marzo de 1939, fue nombrado Comisario de División de la Base Naval de Cartagena.

El último día de la guerra, desde Gandía, parte de España para no volver jamás a bordo del vapor Galatea camino de Londres. Allí integra el Consejo General del MLE (Movimiento Libertario Español) y vive un año en Gales ayudado por los metalúrgicos ingleses. En 1940, con ayuda del SERE, logra salir en una flota de barcos camino a Arica (Chile), torpedeado por submarinos alemanes que consiguen hundir uno de los barcos.

Ahí comienza su andadura latinoamericana, que pasará primero por Bolivia, luego por Argentina y más tarde por Uruguay, donde consigue un buen contrato en un astillero, pero un conflicto laboral que acaba a tiros en una refriega con esquiroles le obliga nuevamente a coger la maleta acusado de instigador de la huelga. Pasará una década en Chile hasta su arribada definitiva a Venezuela donde fallece en 1977, a los 79 años. Desde el exilio siguió militando, siempre fiel a sus ideas transformadoras.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 53, NOVIEMBRE DE 2017