sábado, 12 de abril de 2008

El Dominico ELOY SUAREZ., un natural de Tremañes


No es que un laicista convencido como yo se haya vuelto loco, pero rebuscando cosas sobre Tremañes me encontré con esta reseña de la Gran Enciclopedia Asturiana tomada de Constantino Suárez y que traigo hasta este blog para su conocimiento.

En 1897, cuando las logias masónicas ya cerraban sus puertas y abatían columnas, por el embate que sufrían por la pérdida de las colonias, de lo cual se les hacia responsables, nacía el 10 de octubre en la parroquia de Tremañes un niño bautizado con el nombre de Eloy Suárez, el cual pasando el tiempo ingresará en el Convento de San Juan Bautista de Corias, sito en Cangas de Narcea, -y camino de convertirse. hoy tal monasterio- en un centro cultural y hostelero, de Corias pasó al Convento de San Esteban de Salamanca en el cual se ordena sacerdote dominico en el mes de octubre, pero de 1921.

Los dominicos nacen en el contexto de la lucha contra las herejías, que eran muy fuertes y numerosas a comienzos del siglo XIII, amenazando con dividir a una Iglesia Católica cuya jerarquía y clero se encontraba en uno de sus puntos de mayor degeneración.

El éxito fue inmediato. Si en 1221, cuando murió su fundador, Los dominicos eran alrededor de 300 frailes, unos cincuenta años más tarde el número bordeaba los 10.000 miembros. Hasta el siglo XIX, los dominicos representaron la segunda comunidad masculina más numerosa, después de los franciscanos.

Pronto se hicieron muy populares, y grandes teólogos se forjaron en sus filas. Los casos más renombrados son los de Santo Tomás de Aquino, San Alberto Magno, el Maestro Meister Eckart y San Vicente Ferrer.
La preparación y formación teológica expuesta tanto por los dominicos como por los franciscanos hizo que al fundarse la Inquisición, en 1231, las autoridades se fijaran en estos religiosos y le confiaran su organización, que llevaron adelante con mucho celo, al punto de que los primeros quedaron asociados para siempre con este célebre tribunal. Tal vez los más famosos inquisidores son Bernardo Gui (o de Guio) y Tomás de Torquemada, ambos dominicos.
Tras una decadencia que afectó a todas las órdenes religiosas en general durante el siglo XIV, los Dominicos se reformaron en el siglo XV, y alcanzaron su época de mayor gloria intelectual que protagonizaron los dominicos del Convento de San Esteban de Salamanca, donde se forjó la Escuela de Salamanca, en su faceta teológica, que daría después sus frutos en el derecho y en la economía, con personajes de la talla de Francisco de Vitoria, Tomás de Mercado o Domingo de Soto, que hicieron unos planteamientos sobre los problemas de la sociedad inusualmente avanzados.

Mientras tanto se enfrentaban a una nueva tarea: la Evangelización de América. Su trabajo allí fue muy importante y en los anales de la historia se tiene en especial consideración a Fray Bartolomé de las Casas, Fr. Antonio de Montesinos, Fr. Pedro de Córdoba, San Luis Beltrán y otros más por su labor en la defensa de los derechos de los indígenas americanos.
En América, los Dominicos también intervinieron en la educación de la población criolla, a través de la fundación de centros universitarios y en la propagación de prácticas y devociones que aún hoy están presentes entre la población católica, como la devoción a la Virgen María a través del rezo del rosario.

Al advenir la época de las revoluciones (siglos XVIII-XIX) tanto en Europa como en América, la Orden soportó la crisis más grande de su historia. La inobservancia, la laxitud, la aridez intelectual, unida a los ataques que desde el exterior lanzaron las autoridades políticas de corte liberal, la llevaron a casi desaparecer por completo. A partir del siglo XIX comenzó una segunda restauración, si bien el número de religiosos nunca volvió a tener el guarismo de otras épocas. Uno de los restauradores más conocidos por su influencia en Francia y en Europa en general, fue Enrique Lacordaire.

Se traslada a la Jerusalén donde amplia en el seno de la Escuela Biblica Internacional sus estudios sobre teología a la vez que se inicia en lenguas orientales.
Ejerce en Corias y en Salamanca de profesor dictando clases sobre la Sagrada Escritura y Lenguas Bíblicas, siendo destinado en 1931 al Estado de Texas para fundar un colegio en San Diego, pasando dos años más tarde como profesor a Oakland (California)

Colaboró asiduamente en las revistas de la Orden La Ciencia Tomista —con trabajos como La expiación mesiánica en el Antiguo Testamento y Mesianismo integral—, Rosas y Espinas, Mi Libro, de San Diego de California, y en algunas otras. Pronunció conferencias en España y en el extranjero, generalmente sobre temas religiosos

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